14/2/16

Amor

No te hizo falta decirme nada aquella madrugada.

Sentí el mundo en un abrazo;
las flores durmiendo al son de la luna;
las pisadas melancólicas,
alcohólicas,
de alguien que vagabundeaba en una calle vacía;
el murmullo de la arena y las olas haciendo el amor al otro lado del océano;
el inmediato dolor y muerte de una bala en el estómago.

Sentí todo lo bueno y todo lo malo de la vida.
Esta vez, no se revolvía con nosotros, sino que quedaba en el linde más extremo de la cama,
y estaba dispuesta a hacernos luchar contra la otra fría realidad
para cuando decidiéramos salir de entre el calor de las sábanas.

Sugerí que debíamos tomar ejemplo de todo lo que alguna vez nos habían dicho que así debía ser el amor y fuimos más felices siendo arrogantes con una vida que no estaba diseñada para nuestros despegados post-it.

No me hizo falta decirte nada aquella madrugada.
La piel supuso que había llegado la hora de tomar el relevo en lo que se refiere a la expresión oral.

Nos habíamos quedado ciegos y mudos esa noche.

Escuché el silbido de llama mecida por el viento,
sentí cómo se me erizaba la piel,
(cómo se nos erizaba la piel);
olimos la naturaleza viva, 
confundida,
respirando,
mientras saboreábamos la llegada de un amanecer nuevo.

Languidecimos y morimos de la misma manera en la que habíamos surgido
para ser amor de entre la nada.
Y regresamos a nuestro estado de letargo
por siempre jamás.


Claudia Mtnez.  

3 comentarios:

  1. Muy bueno Claudia, creo que no me equivoco si digo, en nombre de quienes te hemos leído, que es una buena aportación al blog.

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  2. Muchas gracias Borja, por tu apoyo y por haber pensado en mí para escribir junto a todos vosotros. Un abrazo.

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  3. Lo bueno, si breve, es dos veces bueno. Contundente y escogiendo palabras con pinzas de depilar. Buen trabajo.

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