6/4/16

Hagamos como que soy un diputado






Hagamos como que soy un diputado. Uno de esos de gaviota o rosa en mano. De los del "y tú más" o el "nosotros también". De los de traje impoluto o mochila al hombro. Hagamos como que soy un diputado, aunque buenamente puedo ser senador, concejal, alcalde de municipio, o un simple alcalde de pedanía.

Soy un diputado sin nombre, soy un diputado sin voz, soy un diputado obediente, soy un diputado sin opinión ni poder, soy un diputado cualquiera de un partido mayoritario. Supuestamente represento a una provincia pero muchas veces me resulta difícil recordar cual ¿Qué mas da la provincia por la que me he presentado? No me pagan por saber cuales son sus problemas, transmitirlos en el Congreso y buscarles solución.

Me pagan por ser obediente, me pagan por votar lo que me mandan, me pagan por aplaudir cuando habla mi líder y abuchear cuando habla el contrario. Me pagan por apretar un botón cuando suena la campana. Me pagan por mantener la ficción de que el Congreso de los Diputados representa la voluntad popular. Me pagan por callarme lo que ocurre en mi partido. Me pagan por ocultar las corruptelas y los robos que realizan mis compañeros. Me llaman diputado pero en realidad soy un actor en una película de autor llamada democracia.

¿Como he llegado hasta aquí? No ha sido por ser el más preparado, ni el más inteligente, ni el más trabajador. He llegado aquí por ser fiel a mis jefes del partido, por ser un pelota, un lameculos inteligente que sabe que culo hay que chupar en cada momento. He llegado aquí porque me eligieron los líderes del partido, no los militantes. Los militantes son pringados a los que se encomiendan las tareas más penosas y poco retribuidas del partido. No los necesitamos para financiarnos, para eso tenemos al Estado y a los bancos, o cuantas cuentas offshore filtren por ahí. Tampoco los necesitamos para conseguir votos, para eso tenemos la televisión y el marketing político. Sólo los necesitamos para que llenen plazas de toros a cambio de un bocadillo- si cabe esa suerte- y aplaudan cuando el líder hace una pausa dramática o un chiste sobre las debilidades del contrario.

También los necesitamos para darle al partido una apariencia de organismo democrático, que parezca que nos importan los problemas de la gente. ¿Primarias? aún no estoy lo suficientemente borracho. Necesitamos que parezca que el partido llega a todas partes y que todas las inquietudes de la gente se recogen y llegan al gran líder. Dar la cara ante los vecinos que te rodean, en román paladino. Pero para nada más. No llegan ni a la categoría de peones en este juego. Como mucho los podemos comparar con el tablero. Un tablero sobre el que los políticos nos movemos y del que nos alimentamos.

De hecho la mayoría de los militantes no saben quién soy, al igual que no lo saben la mayoría de mis votantes. Yo estaba en el puesto segundo o tercero de mi provincia, un lugar cómodo que me aseguraba el trabajo. Como ya les he dicho ese lugar me lo he ganado a base de medrar en mi partido, de darle la razón al líder de turno, de decirle a los que me podía favorecer lo que querían escuchar, de hacer el trabajo sucio que me pidieran, de traicionar y pisar a todos los que fuera necesario. Esto puede sonar fuerte pero sólo es mi trabajo, mejor dicho la parte más importante de mi trabajo.

Hay otra parte que consiste en hablar en mítines y ante periodistas negando todo lo que les acabo de decir y expresando mi honda preocupación por los problemas de España, pero esa es la parte fácil, todos hemos admitido sin problemas que los políticos no contestan a las preguntas que se les hacen, ni dicen nada interesante ¿no? A nadie le va a extrañar que mienta o que simplemente repita las consignas que me han indicado. Y más en estos tiempos que avanzan, donde el periodismo está intoxicado de Don Dinero. Entrevistas con preguntas pactadas. Prácticamente como si el profesor avisa al alumno con una semana de antelación las preguntas del examen, y con todo ello, suspendiera. Este es el nivel de ahora.

 A vosotros os da igual, vosotros habéis asumido que todo es una mentira, una pantomima, así que esa parte del trabajo es la fácil.

Quizá alguno penséis: “Vale tienes un puesto de trabajo estupendo, pero ¿no podrías arreglar algo, no podrías hacer que alguna cosa funcionase mejor?

No puedo. Lo siento, porque en el fondo me caéis bien, pero no puedo. Os explicaré.

Lo primero. Mantenerme en mi puesto absorbe la mayor parte de mi tiempo, tengo que estar atento a los movimientos y luchas de poder dentro de mi partido para colocarme siempre en el bando vencedor. Eso me exige gran parte de mi tiempo y concentración.

Lo segundo. Sé muy poco sobre cualquier cosa, no me han pedido ninguna titulación para estar aquí, no estoy formado para este puesto. Así que si quiero ocuparme de algún asunto tengo que leer muchos informes, contrastarlos, estudiarlos, hablar con técnicos del sector. Eso es mucho trabajo. Además si hago algo corro el riesgo de equivocarme mientras que si no hago nada más que obedecer seguro que no me equivoco.

Lo tercero no estoy aquí para servir al Estado sino para servirme del Estado. Mejor dicho, para que mi partido se sirva del Estado. Los partido políticos somos grandes empresas que nos dedicamos a la gestión del poder estatal. Algo así como los directores generales de la democracia. Nuestro objetivo es el poder en si mismo pero, sobre todo, los beneficios personales que podemos sacar de ese poder: dinero, casas, coches, privilegios, etc. El Estado es un botín que explotamos mientras podamos mantenernos en el poder. Si el Estado funciona de una manera ordenada es más difícil robar pero si el Estado funciona mal, si funciona de una manera caótica es más fácil robar. Así que no nos interesa que el Estado funcione bien. Solo algunas instituciones como Hacienda o la Policía tienen que funcionar bien, aunque no demasiado bien, lo suficientemente bien como para que alcancen a todos menos a nosotros y a los que son más poderosos que nosotros y nos pueden destituir. Así que no podemos hacer que las cosas funcionen. No nos conviene. Una educación que funcione, que forme nuevas generaciones capaces de pensar por si mismas, no nos conviene. Una cultura libre que haga crecer las mentes, no nos conviene.

Así que, volviendo a lo que os decía al principio, no puedo serviros a vosotros, porque eso no interesa a mi partido, que es a quién sirvo.

Así que aunque quisiera no puedo ayudaros.

No voy a decir que todos los que estamos en el Congreso sean como yo, también los hay peores.

Nos vemos en la próximas elecciones. No me olvides. Soy el diputado al que vas a votar y que no sabes quién soy.

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