Un océano nos separaba. Tanta distancia, tanto agua... Y eso no
podía detener el fuego que había entre ella y yo. No, no voy a
salir ahora con justificaciones innecesarias, con argumentos que
intenten mejorar la catadura moral de nuestro vínculo. No voy a
decir nada para disimular lo que era. Era pasión, era un fuego tan
candente que nos consumía a ambos, que nos hacía perder el sentido,
la noción del tiempo, el pudor, un fuego que quemaba todo a nuestro
alrededor, envolviéndonos en brasas, en un calor que nos hacía
olvidar todo lo que había más allá de nuestros cuerpos...
Un océano nos separaba... Pero ni siquiera esa masa ingente de agua
podía evitar nuestro reencuentro, sólo retrasarlo.
Cuando vi sus ojos verdes lo supe. Nada más mirarla supe que ambos
ansiábamos al otro, como la sed más implacable necesitábamos del
otro. No sé si era amor, no podría asegurarlo, hemos dado al amor
una visión tan familiar, tan anticuada, tan monótona... Que ya no
sé si el amor es lo que todos dicen tener llegado un punto de su
vida estable... O si es lo que yo sentía al tenerla conmigo. Lo que
estoy seguro, no me cabe ninguna duda sobre ello, es que era pasión.
Lo sabía la primera vez que pasó, y la segunda, lo sabía la
tercera. Lo sabía la última vez que pasó antes de que un océano
se pusiera entre nosotros. Y lo supe cuando nos reencontramos, cuando
entramos en el hotel impacientes, lo supe cuando entramos en el
ascensor y no pudimos evitar cubrirnos de besos y caricias, empañando
la atmosfera del reducido habitáculo de aquel lugar.
Ni que decir tiene, cuando por fin llegamos a la puerta de la
habitación, estaba claro.
Nada más escuchar el pequeño "clack" de la puerta note
sus calidos y finos labios en mi cuello, aumentando mi temperatura.
Mis manos no tardaron en recorrer su cuerpo, en empezar a desnudarla,
mientras mi boca se encontraba con la suya, nuestros labios se
fundían y nuestras lenguas se encontraban... Y danzaban.
Sus manos, sus delicadas y finas manos, esas manos me encantaban,
esas manos tan pequeñas, esos dedos tan delgados, tan perfectos...
Sus manos no tardaron en imitar las mías y empezar a desabrochar
botón a botón mi camisa, para después meterlas debajo de la misma,
y recorrer mis hombros y brazos en una caricia, mientras la misma
ropa se deslizaba y caía al suelo, muda. Acompañando a la que yo
acaba de quitarle...
Mis manos continuaron desnudándola, desabrochando su sujetador. Una
vez éste cayó, mi boca bajó de su boca, recorriéndo su cuello con
besos y llegando a su pecho, podía notar a través de su cálida
piel, su pulso acelerado... Mi boca se detuvo, mis manos dejaron de
acariciar su suave piel... Subieron por su cuerpo, se entrelazaron
con las suyas, y las clavaron con un gesto firme, pero suave en la
colcha de la cama, por encima de su cabeza.
Mi boca entonces pasó a su seno derecho y empezó a besarlo. Mis
labios se posaban con cuidado en su piel, su respiración se agitaba,
su pulso también. Pasaron de la piel a su pezón, apretándolo,
estirando de él, jugando, debo de tener unos labios muy
juguetones...
Cuando este se empezó a endurecer, mis dientes pasaron a morderlo,
con cuidado, arrancando placer de tales juegos, después mi lengua
tomó el relevo, recorriendo su aureola, jugando también... Podía
notar su respiración cada vez más agitada, mis caricias surtían
efecto, sus piernas se entrelazaban en mis caderas... Sus manos
apretaban a las mías, sus brazos parecían querer escapar de la
prisión de las mías.
Mi boca subió de nuevo, a toda velocidad y se encontró con las suya
en un calido beso.
Mis manos soltaron las suyas, y se posaron en sus senos mientras mi
boca empezó a bajar de nuevo, por su cuerpo, mientras mis dedos,
acariciaban y jugaban, mis labios besaban, y mis dientes recorrían
su piel en forma de caricia, erizándola...
Mi boca siguió bajando, se encontró con el elástico de su ropa
interior... Mis dientes los agarraron y simplemente tiraron, con
suavidad, dejando que la misma prenda al moverse, creara una caricia,
desnudándola por completo, mi mano derecha bajó y abrió sus
piernas con delicadeza, mostrando su húmeda intimidad, mis labios se
posaron y mi lengua actúo acariciándola... De otra manera...
Su respiración se agitó, cada vez era más fuerte, ella temblaba,
sus manos se clavaban en mi espalda, estaba comenzando a perder el
control por mi culpa. Leves gemidos nacieron de su garganta, sus
manos pasaron a agarrar la colcha, y entonces mi diestra bajó... Y
dos dedos entraron dentro de ella, clavándose hasta lo más hondo de
su intimidad.
Su espalda se arqueó, estaba a las puertas del orgasmo, yo no iba a
cesar, sus gemidos empezaron a sucederse de forma casi musical... Me
deleité en el placer que le provocaba... Y no paré hasta que ella
finalmente estalló... acaricié un poco más sus labios
inferiores... Mientras cambiaba de posición... Sin esperar a que el
clímax pasara, entre dentro de ella, y nos hicimos uno, mi pelvis
empezó a embestir, de forma acompasada, con intensidad, pero sin
hacerle daño, sus piernas que rodeaban mi cadera, apretaron ésta
con fuerza, cerrándose aún más, su respiración volvió a
dispararse, para placer de mis oídos, y sus manos rápidamente se
clavaron en mi espalda, primero sus dedos y después sus uñas, no lo
suficiente para hacerme daño, pero si lo suficiente para aumentar mi
excitación... seguí, con más intensidad, ella se aferraba a mí,
parecía intentar no caer al abismo hacía donde mis artes amatorias
la empujaban, pero iba a caer, conmigo, para placer de los dos...
Seguí, y seguí, mis labios besaban su cuello, su hombro, mis manos
acariciaban su torso, sus senos, su espalda... Mis embestidas eran
cada vez más intensas... y pasando el punto de no retorno, ese fuego
nos abrasó, sin quemarnos, nos encontramos en un lugar en el que
sólo nosotros dos podíamos entrar, caímos por un abismo, olvidamos
que todo existían, juntos, unidos en un sólo ser, al que ni un
océano puede separar.
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