7/6/16

Un océano

 Un océano nos separaba. Tanta distancia, tanto agua... Y eso no podía detener el fuego que había entre ella y yo. No, no voy a salir ahora con justificaciones innecesarias, con argumentos que intenten mejorar la catadura moral de nuestro vínculo. No voy a decir nada para disimular lo que era. Era pasión, era un fuego tan candente que nos consumía a ambos, que nos hacía perder el sentido, la noción del tiempo, el pudor, un fuego que quemaba todo a nuestro alrededor, envolviéndonos en brasas, en un calor que nos hacía olvidar todo lo que había más allá de nuestros cuerpos...


Un océano nos separaba... Pero ni siquiera esa masa ingente de agua podía evitar nuestro reencuentro, sólo retrasarlo.
Cuando vi sus ojos verdes lo supe. Nada más mirarla supe que ambos ansiábamos al otro, como la sed más implacable necesitábamos del otro. No sé si era amor, no podría asegurarlo, hemos dado al amor una visión tan familiar, tan anticuada, tan monótona... Que ya no sé si el amor es lo que todos dicen tener llegado un punto de su vida estable... O si es lo que yo sentía al tenerla conmigo. Lo que estoy seguro, no me cabe ninguna duda sobre ello, es que era pasión.
Lo sabía la primera vez que pasó, y la segunda, lo sabía la tercera. Lo sabía la última vez que pasó antes de que un océano se pusiera entre nosotros. Y lo supe cuando nos reencontramos, cuando entramos en el hotel impacientes, lo supe cuando entramos en el ascensor y no pudimos evitar cubrirnos de besos y caricias, empañando la atmosfera del reducido habitáculo de aquel lugar.
Ni que decir tiene, cuando por fin llegamos a la puerta de la habitación, estaba claro.
Nada más escuchar el pequeño "clack" de la puerta note sus calidos y finos labios en mi cuello, aumentando mi temperatura. Mis manos no tardaron en recorrer su cuerpo, en empezar a desnudarla, mientras mi boca se encontraba con la suya, nuestros labios se fundían y nuestras lenguas se encontraban... Y danzaban.
Sus manos, sus delicadas y finas manos, esas manos me encantaban, esas manos tan pequeñas, esos dedos tan delgados, tan perfectos... Sus manos no tardaron en imitar las mías y empezar a desabrochar botón a botón mi camisa, para después meterlas debajo de la misma, y recorrer mis hombros y brazos en una caricia, mientras la misma ropa se deslizaba y caía al suelo, muda. Acompañando a la que yo acaba de quitarle...
Mis manos continuaron desnudándola, desabrochando su sujetador. Una vez éste cayó, mi boca bajó de su boca, recorriéndo su cuello con besos y llegando a su pecho, podía notar a través de su cálida piel, su pulso acelerado... Mi boca se detuvo, mis manos dejaron de acariciar su suave piel... Subieron por su cuerpo, se entrelazaron con las suyas, y las clavaron con un gesto firme, pero suave en la colcha de la cama, por encima de su cabeza.
Mi boca entonces pasó a su seno derecho y empezó a besarlo. Mis labios se posaban con cuidado en su piel, su respiración se agitaba, su pulso también. Pasaron de la piel a su pezón, apretándolo, estirando de él, jugando, debo de tener unos labios muy juguetones...
Cuando este se empezó a endurecer, mis dientes pasaron a morderlo, con cuidado, arrancando placer de tales juegos, después mi lengua tomó el relevo, recorriendo su aureola, jugando también... Podía notar su respiración cada vez más agitada, mis caricias surtían efecto, sus piernas se entrelazaban en mis caderas... Sus manos apretaban a las mías, sus brazos parecían querer escapar de la prisión de las mías.
Mi boca subió de nuevo, a toda velocidad y se encontró con las suya en un calido beso.
Mis manos soltaron las suyas, y se posaron en sus senos mientras mi boca empezó a bajar de nuevo, por su cuerpo, mientras mis dedos, acariciaban y jugaban, mis labios besaban, y mis dientes recorrían su piel en forma de caricia, erizándola...
Mi boca siguió bajando, se encontró con el elástico de su ropa interior... Mis dientes los agarraron y simplemente tiraron, con suavidad, dejando que la misma prenda al moverse, creara una caricia, desnudándola por completo, mi mano derecha bajó y abrió sus piernas con delicadeza, mostrando su húmeda intimidad, mis labios se posaron y mi lengua actúo acariciándola... De otra manera...
Su respiración se agitó, cada vez era más fuerte, ella temblaba, sus manos se clavaban en mi espalda, estaba comenzando a perder el control por mi culpa. Leves gemidos nacieron de su garganta, sus manos pasaron a agarrar la colcha, y entonces mi diestra bajó... Y dos dedos entraron dentro de ella, clavándose hasta lo más hondo de su intimidad.

Su espalda se arqueó, estaba a las puertas del orgasmo, yo no iba a cesar, sus gemidos empezaron a sucederse de forma casi musical... Me deleité en el placer que le provocaba... Y no paré hasta que ella finalmente estalló... acaricié un poco más sus labios inferiores... Mientras cambiaba de posición... Sin esperar a que el clímax pasara, entre dentro de ella, y nos hicimos uno, mi pelvis empezó a embestir, de forma acompasada, con intensidad, pero sin hacerle daño, sus piernas que rodeaban mi cadera, apretaron ésta con fuerza, cerrándose aún más, su respiración volvió a dispararse, para placer de mis oídos, y sus manos rápidamente se clavaron en mi espalda, primero sus dedos y después sus uñas, no lo suficiente para hacerme daño, pero si lo suficiente para aumentar mi excitación... seguí, con más intensidad, ella se aferraba a mí, parecía intentar no caer al abismo hacía donde mis artes amatorias la empujaban, pero iba a caer, conmigo, para placer de los dos... Seguí, y seguí, mis labios besaban su cuello, su hombro, mis manos acariciaban su torso, sus senos, su espalda... Mis embestidas eran cada vez más intensas... y pasando el punto de no retorno, ese fuego nos abrasó, sin quemarnos, nos encontramos en un lugar en el que sólo nosotros dos podíamos entrar, caímos por un abismo, olvidamos que todo existían, juntos, unidos en un sólo ser, al que ni un océano puede separar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario