...Que Dios se apiade de mi pobre alma.
Como diría el moribundo poeta en su día, "Que Dios
se apiade de mi pobre alma" Que Dios, ese farsante colmo de la
ira y frustración, de la imperfección y del fracaso, del hombre que
se alzó de entre la oscura ignorancia para evolucionar y cayo tras
su auge en el pozo de inmundo desconocimiento del que manó, al
confiar su destino, victoria y futuro a las manos de un ente que
podría ser desde egoísta y despiadado a inexistente, al creer en
semejante figura y creer estar bajo su designio, al elegir la fe en
vez de la razón y por tanto el fracaso absoluto, el no brillar nunca
por su propia luz, el ser conducido como rebaño el resto de su
historia... ¡Que Dios, ese ignorante inexistente, esa cruel
ensoñación, baje ahora! ¡que baje Dios y se apiade de mi alma! Que
baje, si de verdad existe y me mire a la cara y vea que me a fallado,
que soy un despojo sumido en la oscuridad y la tiniebla, que su
creación se ha estancado si es que de verdad nos creó, que baje y
me explique porque he sido condenado a sufrir así. Que baje y me
pida perdón.
Sumido en la oscuridad creada por mi propio ser, por mi propio yo, me
hallo, en lo que seguramente sean mis últimos momentos de vida,
envenenado por mi propia naturaleza, por mi ser, perdido y
desquiciado, solo. Y harto de engaños en su mayoría creados por el
mismo que intentaba creerlos, convertido en mi único y peor enemigo.
No hay esperanza, no hay capacidad de emerger, de renovarse, de
crecer, cambiar o mejorar. La esperanza, ese... ese hilo de luz que
te alumbra antes de que el sol te deslumbre para ver tu último
amanecer en la mañana de tu ejecución. Veneno virulento y
ponzoñoso, veneno que nos hace emerger del pozo de petróleo,
creyendo que la salvación está a nuestro alcance, para que, en el
momento en el que, asfixiados, abrimos la boca, buscando bocanadas de
aire que alivien nuestra disnea, volvamos a hundirnos de nuevo,
tragando y llenando nuestros pulmones y vías respiratorias del negro
liquido, sumergiéndonos más hondo aún en nuestra miseria y
depresión, quedando sepultados sin posibilidad de supervivencia o
escape.
Aquí me hallo maldiciendo como un viejo lleno de remordimientos,
culpando de todo a todos, incluido a mi mismo, buscando la venenosa
esperanza en alguien, algo, he incluso en el mismo Dios, soltando
blasfemias, esperando así captar su atención y su ayuda... Supongo
que es vano todo, supongo que simplemente se trata de que hay gente
que tiene la capacidad de ser feliz y gente que no. Tan sencillo como
eso.
Hay gente que ha nacido para brillar, para iluminar con su luz a
otros y estamos los que producimos una oscuridad tan grande, que
engulle toda luz de tal manera... Que nos acaba devorando, que cuando
creemos que tenemos salida, cuando aún albergamos esperanza de
mejorar, buscamos en nuestro interior, algo que nos anime, que nos
alivie, que nos ayude a dar otro paso, y por el contrario sólo
encontramos oscuridad, nos esforzamos en buscar dentro de nosotros, y
lo que sentimos, es eso, esa oscuridad.
Nada más, tristeza, dolor, soledad, ira, rabia, frustración,
fracaso... Oscuridad, y ganas de hacernos daño, porqué nos odiamos
tanto, nos odiamos tantísimo, que nos vemos como nuestros propios
enemigos, como los peores enemigos, no hay ninguna razón más para
ello que el odio, un odio puro e incontenible, no es la amenaza, la
envidia, o el rencor lo que nos hace eso, es el odio, el odio que
sentimos, sin saber porqué, pero que nos inunda y nos obliga ha
hacernos daño, sin justificación, y cuando en el borde del
precipicio ya, por fin saltamos, y no lo hacemos porqué no
aguantemos más, no lo hacemos porqué queramos una escapatoria,
porque no tengamos valor de afrontar lo que viene por delante, no. Lo
hacemos porque la máxima expresión de ira hacía nosotros mismos,
es acabar con nuestra propia vida, es lo único que nos queda por
hacernos ya.
Y te hartas de odiar, de tener esperanza, de intentar ser feliz, de
trabajar para "curarte", de llorar y no sentirte
desahogado, sino patético. Me he podido hartar de escuchar lo de
"llorar es bueno, sirve para desahogarte, después de llorar te
sientes mejor". No para todos es así, hay algunos que al
llorar, nos sentimos débiles, patéticos, aunque sólo nosotros
seamos testigos de ese llanto, y nos odiamos aún más por sentirnos
así. Te hartas de sentirte sólo, de acabar el día y no ver que
nadie te pueda ofrecer consuelo, ni siquiera te atreves a pedirlo,
porqué sientes que esa persona no quiere escucharte ni consolarte,
que si le pides ese consuelo serás una molestia, una carga y de
nuevo te sentirás débil, sólo y te volverás a odiar. Acabar un
día sintiéndote sólo, es dejar que la noche se cuele dentro de ti
y su oscuridad te invada para siempre.
He reunido muchos pensamientos aquí, en las que quizás sean mis
últimas palabras, muchas cosas de las que siempre he querido hablar
por separado pero nunca lo he hecho. Podría seguir y hablar de los
motivos que han provocado tal odio, del porqué de ese hartazgo de mi
mismo, pero sería tontería, nadie los puede aliviar, arreglar o
entender, estoy condenado desde el mismo día que comenzó mi
miserable existencia.
No os podéis ni imaginar lo que es odiarse a uno mismo, no poder
mantener una vida normal, aunque intentes hacerte pasar por uno más,
estás sumido en la tristeza y la rabiosa ira. Estar dominado por la
inseguridad de una mente caótica y cada día más desquiciada por lo
que siente hacía si misma, no poder confiar en nadie porqué es
mayor tu miedo a que te fallen y tu seguridad de que lo harán, a tu
capacidad de confiar en ellos. Y lo sólo que te hace sentir eso.
Estoy harto de tener este abismo negro rodeándome en todo momento,
estoy harto de este compañero de viaje. Estoy harto de sólo sentir
esto de forma continuada, de no ser capaz de tener un estado de ánimo
normal, de tener que estar completamente eufórico para poder no
estar completamente deprimido y hundido y fracasar de forma
aplastante en mi intento por no estar completamente hundido, sólo
poder sentir odio, un odio que me quema mientras fluye por mis venas,
que me hace perder la cordura y que debilita cada día más y más,
mi ya debilitada mente. Odio y más odio.
Siento que estoy en el borde de un abismo, que si caigo perderé la
razón y ya todo dará igual, que si caigo toda esta oscuridad que me
deprime y me llena de ira ya no tendrá en mi cordura una barrera que
impida que mane hacía otros, poniéndolos en peligro. Siento que
estoy en el borde de este precipicio y siento como una corriente de
alquitrán me empuja hacía el vacío, con un caudal mayor a cada
momento.
Que Dios se apiade de mi pobre alma...
No hay comentarios:
Publicar un comentario