Hoy Ambracia amanece nublada, de una forma casi imperceptible un
tinte rojo se a adueñado del cielo del lugar, pareciera como si los
cielos fueran a llorar sangre por esta ciudad perdida en las garras
de Ares. El cual ahora habla con Periandro, rey de dicha ciudad
maldita... Le cuenta las andazas de nuestro adalid, de Aikar. Y cómo
cada vez está más cerca, como tiene aliados, como se va acercando a
cumplir su destino. Periandro es ciego, sordo y mudo en manos de
Ares, es su muñeco, escucha, aterrorizado ante su sino, pero igual
diera que no escuchara, es una marioneta y bailará al son que Ares
marque.
Ares, por su parte, es obstinado hasta el fin. Y pondrá todos los
obstáculos, pruebas y enemigos que pueda en el camino de Aikar. Así
que ordena a Periandro que mande a los guerreros eunucos de su "Arena
de los corderos" en busca de Aikar, guerreros sanguinarios y
completamente locos, pero no por eso carecen de astucia, o de
control, son monstruos, pero capaces de ser meticulosos y
calculadores, son asesinos de élite, jóvenes, fuertes y bien
adiestrados, encontraran a Aikar y éste tendrá que demostrar su
valía y supremacía sobre ellos.
Tú por tu parte, Aikar, recorres los senderos montañosos de
Arcadia, siguiendo su camino. Cuentas con el apoyo de Syne y Myrtón,
además de los treinta náufragos que han decidido seguirte. Estos
han decidido hacerse llamar los Timistios. Al parecer uno de ellos,
proviene de tierras que están más allá de la Jonia, y en su
lenguaje, "Timis" debe significar algo parecido a compañero
de armas.
De ésta manera, Aikar, con tu panoplia recuperada, una nueva espada,
dos files amigos y los autodenominados Timistios, recorres tu camino.
Pero no todo pinta tan bien. No tenéis dinero, ni demasiadas
provisiones, tampoco armas, y el adiestramiento de tus aliados es más
bien escaso, saben pelear, pero no son guerros, ni soldados.
Estas cavilaciones tienen lugar en tu mente cuando a lo lejos, en el
camino, ves a tres jinetes cabalgando alrededor de un hombre, parecen
bandidos y parece que tratan de amedrentarlo, ordenas a tus hombres
que se queden donde están, no saben pelear contra jinetes y tu sólo
te vales contra esos bandidos, coges lanza y escudo y corres hacía
donde el asalto está teniendo lugar.
Cuando te acercas,
eres consciente de la situación, no son jinetes. Son centauros,
bestias peligrosas, y que pueden ponerte en grave peligro, mas eso no
te preocupa, como buen héroe, eres bastante inconsciente en
determinadas situaciones. El primero de ellos carga contra ti, lanza
en ristre, la desvías con tu escudo y pasa de largo, vienen los
otros dos, y tu ruedas hacía un lado para esquivarlos, te das la
vuelta al instante, adoptas de nuevo tu posición defensiva y alzas
la lanza cuando vuelven a cargar contra ti, uno de ellos cae herido
por tu lanza, vuelves a ser atacado, sueltas la lanza, sacas tu
espada corta y aprovechando que están cerca de ti, pasas entre ellos
ágilmente y dejando cortes a tu paso, eso les enfurece y recibes una
coz, que te lanza varios metros por el aire. Tu armadura te ha
protegido y tus costillas no se han roto a pesar de la contundencia
del golpe. El centauro herido sigue combatiendo y te ataca con un
enorme hacha, tu detienes el golpe con el escudo y lo ensartas con tu
espada, cae abatido y los otros dos centauros son atacados por la
espalda por las flechas de Syne, cuando se dan la vuelta tus hombres
saltan sobre ellos y a cuchilladas y puñetazos acaban con ellos.
Bien es cierto que no están bien adiestrados ni pertrechados, pero
son duros, no olvides eso Aikar, o por lo menos recuérdalo, antes de
jugarte la vida como ahora, eres joven, pero eso no es sinónimo de
ser insensato, aunque haya buenas intenciones en tu insensatez.
Por suerte los
centauros a pesar de fieros, no suelen ser muy agudos, pues son mucho
músculo y poco seso en la mayoría de los casos, aunque notables
excepciones ha habido. Estamos satisfechos con el espectáculo que
has ofrecido, muchacho.
El hombre al que has
salvado permanece inmutable en el camino, como si no hubiera pasado
gran cosa. Lleva una túnica gris y una capucha cubriendo su rostro,
cuando reparas en él, éste sonríe y asiente dándote las gracias.
Decides acampar y descansar, mandas a tus hombres enterrar a aquellas
bestias y aprovechar el posible equipo que puedan llevar. Las
armaduras de cuero, las espadas el hacha, la lanza y otros enseres
que porten.
Encendéis una
hoguera y preparáis algo de comer, ofreciéndole un lugar en vuestra
rudimentaria cena al viajero que habéis escrito. Es un hombre
peculiar, lo ves enseguida, despierta nuestro recelo, pues no es de
nuestro reino, no está sujeto a nuestras olímpicas leyes, ese
hombre no es mortal, no es uno de nuestros súbditos o nuestra
progenie... ¿Quien es ese hombre? Decidimos prestar atención a la
conversación que mantienes con él:
—Y dime viajero,
¿De donce vienes, o hacía donde vas?—Preguntas.
—No soy un
viajero, soy un escriba—Dice el hombre, mientras saca de una bolsa
de viaje un pergamino sujeto a un marco de madera y toma apuntes en
él con un carboncillo. Te fijas y ves que a pesar de que escribe, ni
una sola palabra queda grabada en el pergamino, como si fuera
imposible dejar palabra alguna sobre él...
—¿Intentas
escribir?—preguntas.
—Estoy
escribiendo—Responde con amabilidad.
—Perdona mi
ignorancia, escriba, pero no veo que escribas nada...—Ese hombre
despierta toda tu curiosidad, y aunque tu instinto no te previene de
que sea un peligro te desconcierta profundamente, nosotros somos
dioses, y no nos oirás reconocerlo, pero a nosotros también, ¿Quien
es ese escriba misterioso?
—Tú no lo ves,
sin embargo, estoy escribiendo.
—Bueno, confío en
ti, quizás ese pergamino y ese carbón con el que escribes sea un
regalo de los dioses, y yo no sea capaz de entender su poder.
—No eres capaz de
entender su poder—reconoce el escriba—Pero no es porque sea un
regalo de los dioses—Dice el con amabilidad. No intenta
vanagloriarse, sólo que le entiendas.
—Eres un hombre
muy extraño escriba... ¿Eres un dios camuflado con aspecto de
hombre?—Preguntas.
—No, no soy un
Dios, soy un hombre, sólo que no soy de esta tierra.
—¿Y de donde
procedes para ser tan peculiar?
—De una tierra a
la que no puedes llegar y a la cual es muy difícil viajar. Una
tierra que está más allá de la jurisdicción de tus dioses.
—Eso no puede ser,
nuestro mundo es el reino de los dioses.
—¿Y crees que
sólo hay un mundo y sólo unos dioses, crees que éste es el único
mundo que existe? ¿No puede haber otros mundos, no pueden tener
otros dioses?
—Nunca lo había
pensado.
—Lo sé.
—¿Entonces eres
un dios de otro mundo? ¿de tu tierra?
—No—sonríe con
amabilidad de nuevo—Sólo soy un escriba.
—Un escriba con
poder para viajar entre mundos...
—Sólo entre
algunos mundos.
—Entiendo, eres
realmente extraño, pero bueno, si todos fuéramos iguales no sería
tan interesante la vida ni habría aventuras que vivir y experiencias
sufrir... ¿No?
—Estás en lo
cierto.—Concede el escriba.
—¿Y qué poderes
más tienes?
—Bueno, escribo.
—Pero no creo que
viajar y escribir sea lo único que puedes hacer, cuando te atacaron
los centauros, ni te inmutaste. ¿Sabías lo que iba a pasar acaso?
—No subestimes el
viajar ni el escribir, muchacho, te sorprenderías de lo que se puede
hacer dominando bien esas dos artes. Y respondiendo a tu pregunta,
sí, sabía lo que iba a pasar.
—¿Ves el futuro,
acaso?
—No todo, pero un
poco aquí y otro poco allí, sí puedo leer.
—¿Y podrías
decirme mi futuro entonces? ¿Cuando moriré?
—Tú futuro no
está escrito Aikar.
—Mi destino está
sellado.
—Pero no está
escrito.
—¿Qué quieres
decir?
—Digamos que tu
destino está pensado, pero no está transcrito, tu destino, tu vida,
tu futuro se escribe poco a poco, a cada paso que das, tu futuro se
escribe al recorrer tu presente, y aunque esté sellado como dices,
no está totalmente cerrado, el destino sólo es el fin de un viaje,
el lugar al que llegas cuando dejas de viajar, por donde viajes, o
que caminos recorras, es decisión tuya. El destino no es tan certero
e implacable como crees.
—Pues no he podido
sortearlo...
—Porque no sabes
como como hacerlo, recorres el camino que está señalizado, no el
que escoges, sin saberlo y de forma inconsciente, pero eso es lo que
haces, no hay nada de malo en ello, tranquilo, no es un reproche,
pero es lo que haces.
—Confundes mi
mente, escriba. Pero me caes bien.
—Gracias—Sonríe
el escriba—Confundo tu mente porque está cerrada y no abierta,
algún día podrás abrirla, no desesperes, sólo es cuestión de
aprender, ya aprenderás esto algún día.
—Está bien,
disfruto de ésta conversación, pero me confunde y provoca dolor de
cabeza, así que me gustaría dejar las cuestiones relativas a tu
procedencia, a tus poderes, al destino y a todo eso que se me antoja
tan difuso, y quiero hacerte de nuevo ésta pregunta más concreta.
¿Conoces mi futuro, cuando moriré? E intenta ser más concreta.—El
escriba ríe y asiente con una sonrisa.
—Te entiendo, no
te preocupes e intentaré ser más concreto. Pero es difícil ser
concreto con algo tan abierto como tu futuro. Cómo te decía tu
futuro está pensado y tu destino sellado, pero no por eso hay una
única forma de llegar a él, así que no está escrito ni es fijo o
incambiable. Conozco algunas cosas que seguramente te pasen, y cosas
que pasarán cuando mueras. Pero no es algo fijo y estático, y eso
no lo puedes cambiar ni siquiera los dioses. El tiempo no es fijo ni
estático y la forma de recorrerlo tampoco. En resumen, conozco cosas
de tu futuro, que puede que pasen y que seguramente pasarán pues
sólo sabes tomar un camino, pues aún no has trascendido como para
tomar otros caminos.
—Quiero que me lo
digas, lo que me pasará.
—No puedo decirte,
pues sino como tu has dicho antes ¿Que gracia tendría? Un futuro
que ya sabes es igual que un mundo donde todos y todo es igual, sin
aventura, por decirlo así...
—Me provocas dolor
de cabeza, escriba.—Sonríes al decir esto y bebes vino.
—Puedo decirte que
cumplirás el que crees que es tu destino, si pones todo tu esfuerzo
en ello, pero puedes fracasar si no lo haces. Puedo decirte que
encontraras la felicidad durante muchos años, y que tendrás una
vida plena. Pero también como cumplir tu destino, depende de ti, y
de tu esfuerzo. Puedo decirte que vas a sufrir mucho, tristeza y
pruebas difíciles en extremo.
—Bueno... Está
bien, dime cuando moriré.
—No te preocupa la
muerte, porque quieres saberlo.
—Por curiosidad,
realmente. Sé que dices que mi futuro no es algo estático, pero no
me voy a preocupar por ello, cuando tenga que morir, moriré. Sin
embargo me da curiosidad, que no miedo.
—Está bien, no te
lo diré todo, te diré algunos detalles, para saciar tu curiosidad
un poco, como antes.
—Está bien.
—Es muy posible
que mueras en breve, te juegas tanto la vida que tus posibilidades de
morir son siempre muy altas, pero es más posible que mueras dentro
de más tiempo, cuando derrotes a un enemigo muy superior. Lo que es
seguro es que cuando mueras conocerás a una mujer que sabrás que no
es de éste mundo, al igual que yo, es una amiga mía, y tendrá una
última misión para ti. Lo primero que te hará ver de su aspecto,
quien es, serán sus ojos. No tendrás dudas.
—Bueno, no es
mucho, pero es algo... ¿El enemigo superior es mi abuelo? Has dicho
que no tengo un control sobre el camino que estoy recorriendo porque
no he trascendido, ¿acaso tú si lo has hecho?
—Puede que sea tu
abuelo, o puede que no, el futuro no es algo fijo, ya te lo he
dicho—El escriba sonríe.—Trascender no es un fin, es un proceso.
Es abrir tu mente, tu espíritu, tu ser... Ser algo más que un
mortal, un héroe, es quitarte etiquetas, ser un ser vivo y tener
consciencia de ellos, de la infinidad de eso, de que nada es
estático, o inalterable. Yo he trascendido un poco más que tú. Por
eso estoy fuera de las leyes de tu mundo ahora, por eso tengo estas
habilidades, por eso no estoy sujeto a ciertas normas y puedo ir ha
ciertos lugares y viajar entre estos... Por eso soy un poco más
libre y estoy un poco menos atado al plano físico. No demasiado,
pero si lo suficiente.
—Entiendo, creo...
¿Y yo transcenderé, quizás cuando muera?
—Sí, lo harás,
pero no cuando mueras. Tu mente se abrirá y liberará mucho antes,
ha empezado a dar los primeros pasos, empezarás a transcender antes
de morir, pero lo más seguro es que alcances mi nivel cuando hayas
muerto, pues para comprender lo que yo, y trascender como yo, quizás
debas morir, para abrir más tu mente...
—Tengo una pequeña
teoría sobre ti... Creo que escribes mi futuro, es decir, puedes ver
lo que va a ser de mí, y vas escribiendo lo que pasa, tú eres el
que sella mi vida, mis decisiones el que convierte "eso que
puede pasar" en lo que acaba pasando. O bien te limitas a
transcribir sellando mi destino, o bien tú eres el que piensa mi
destino y luego lo transcribe y sella, haciéndolo inalterable,
cuando ya he pasado, ya he decidido, ya he vivido... Tu piensas,
imaginas, y yo tengo un futuro o varios, llenos de posibilidades y de
hipotéticos finales infinitos, tu escribes, y tengo un presente
inalterable y un pasado... Creo que tu podrías ser quien me ha
creado quien decide como es mi vida, mi camino y si decide corregirlo
o cambiarla... A pesar de que mis dioses sean los olímpicos, tú
podrías ser quien me haya puesto en sus dominios y haya fijado unas
posibles pautas para que recorra un camino...
—Podría ser, o
puede ser que simplemente sea un escriba que pasa por aquí.
—Si sólo eres un
escriba y no tienes ningún dominio o poder sobre mí mi pasado,
presente o futuro, porque has decidido encontrarte conmigo.—El
escriba sonríe.
—Puede que tu
mente esté unos pasos más cerca de empezar a trascender.
—Creo que estás
son cuestiones demasiado complejas para mortales, así que voy a
retroceder esos pasos, prefiero seguir pensando que tengo un destino
inalterable y que lo cumpliré, me caes bien, te respeto, pero
prefiero hacer como que no te he conocido, mi vida es más simple y
sencilla así...
—Respeto tu
decisión—Sonríe el escriba con amabilidad.
—Ahora me iré a
dormir, tengo la sensación de que ésta es la última vez que nos
vemos... Por lo menos mientras yo siga siendo un mortal sujeto a las
leyes físicas de mortales y a la jurisdicción de mis dioses. Sólo
dime dos cosas si lo que he teorizado antes es cierto, ¿tú eres un
dios? Y la segunda, ¿te queda algo que decirme, o que aconsejarme?
—Me limitaré a
responderte a esas dos cuestiones. No es necesario ser un dios para
crear, viajar o transcender. Soy un escriba, al menos en mi condición
actual, he sido otras cosas, pero ahora sólo soy escriba, hasta que
deje de escribir y viajar para seguir escribiendo, y lo volveré a
ser cuando retome mi escritura. No soy un dios, soy un humano como
tú, que ha trascendido, y que es capaz de trascender cuando escribe
y e viajar y de obtener poderes omnipotentes al escribir, transcribir
o imaginar y crear. No voy a decirte si lo que has teorizado es
cierto o no, todos debemos ser libres, y decírtelo todo, acerca de
tu futuro, de tu condición o de lo que hemos hablado... Acabar con
el misterio, por decirlo así, sería acabar con tu libertad al
hacerte sabedor de tu condición de tu pasado, presente y futuro
absolutos. Y sí me queda algo que decirte. Sé libre, piensa siempre
lo que quieras, cree en lo que quieras, haz lo que quieras, decide tú
y sólo tú en tus asuntos, aunque tu decisión sea seguir ciegamente
un destino que no es tan inalterable como crees, decide tú, pues
aunque decidas someterte, habrás sido libre de hacerlo. No te
martirices con posibles o futuros, vive como ahora, elige y vive con
ellos, así trascenderás haciendo, pensando y creyendo en lo que
quieras, con libertad. Que tu fin sea la libertad no el conseguir
algo para poder controlar otra cosa, como tu futuro o tu destino. Y
un último consejo, mañana encontraras un sendero a una cueva, esa
es la guarida de los centauros son una docena, te conviene
vencerlos...
Vemos como tú
asientes, Aikar, y tras despedirte con un saludo, vas a descansar,
pues ya es tarde... El escriba desaparece simplemente, no somos
conscientes hasta que caemos en que ya no está, como si nunca
hubiera estad ahí... Hemos sido testigos de todo lo hablado, somos
conscientes de su posible poder e intentamos asimilar su condición...
Su capacidad... Pero hacerlo sería reconocer que no somos
divinidades totales e insuperables, que no tenemos dominio y control
sobre todo que nuestra jurisdicción no es total y absoluta, que
somos omnipotentes ni omnisapientes... Que tenemos limitaciones... Y
antes de llegar a todas esas conclusiones, preferimos, como tú,
Aikar, callar y olvidar. Así pues, haya silencio sobre esta
cuestión, hemos de centrarnos en cosas más importantes, en nuestros
deberes divinos, como el castigar a tu abuelo, Periandro de Ambracia.
Haya silencio pues sobre esta cuestión, los olímpicos niegan su
existencia.
***
El escriba,
remató la última frase con un punto. Y silencio hubo, pues había
llegado al final del capítulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario