1/6/17

Vampiro

 Escaso consuelo puedo encontrar dando a luz a estás líneas, afín de contar mi historia, de explicar mi versión, cuando la soga me espera, y mi condena me pisa los talones, sedienta por llevarse mi vida mientras una pandilla de hipócritas juristas gritan "¡Justicia!".
Aún así os contaré mi historia, no soy escritor, motivo por el que quizás transcribir mis recuerdos en lo que algunos definirían como confesión... No me produzca consuelo o alivio alguno, esta verdad, el hecho de no ser escritor al que me refiero, también puede ser advertida en que mi literatura, mi expresividad y en consecuencia este escrito, no sea una gran obra.
El crimen... Asesinato, la pena... Pues una corbata de hilos de cáñamo, trenzados. El motivo, mi ansia de liberación.
Esta pregunta quizás sobre, pues la respuesta, de teneros delante, no me sorprendería. ¿Conocéis a algún vampiro? No, no me refiero al ser mitológico-terrorífico de la literatura romántica ni de la tradición popular. Me refiero a uno de verdad, no a un ser sobre humano, a un vampiro de los de verdad... ¿no? ¿seguros? Y si os preguntara si conocéis a alguna persona con la que sentís vuestro animo, vuestra energía, menguar. ¿Estáis seguros de que no conocéis a ninguna persona que parezca chuparos la energía? La cosas cambia, ¿verdad?
Todos conocemos por lo menos a una persona así. Los más desafortunados a varias, los que están auténticamente jodidos a muchas. Perdón. Los que tienen una comprobada y persistente mala suerte*. Lapsus lingue mío.
En mi caso era un matrimonio que me alquilaba una habitación. Soy joven, mi trabajo no da para mucho dinero, algún día tendría que haberme servido tanto estudio para gozar de una posición privilegiada... Pero en aquellos días pasados, el sueldo de un aprendiz, a pesar de los estudios logrados... No daba para mucho más que para alquilar una oscura habitación. Pienso en mis ideas de futuro ahora, en ese trabajo que un día llegaría como abogado de renombre, y no puedo evitar sino reír. Ya sólo me queda reír.
Bueno, esa casa era un maldito infierno. Dios mío, la odiaba de verdad, sólo pensaba en estar fuera de ella. Prefería trabajar jornadas de doce horas a estar un minuto de más en esa maldita casa. Un ambiente turbio, tenebroso, flotaba en todo momento en aquel hogar, el silencio reinaba poco, lo suficiente para enrarecer el ambiente, pero era el mejor aliado teniendo en cuenta lo que había cuando no había silencio. Discusiones a todas horas, me volvían loco.
Al principio quizás por no haber confianza, yo sólo era un mero espectador de esas discusiones, reproches, malas conversaciones y actitudes del todo desagradables para la convivencia. Eran bordes el uno con el otro incluso para ser un matrimonio, con tantos años a las espaldas. Me agotaba profundamente ser testigo de esas cosas, lo que menos deseaba era un ambiente hostil en todo momento. Y menos allí, se supone que ese era mi lugar de descanso, fuera del trabajo, y como he dicho antes, llegó un punto que prefería trabajar a pasar un minuto allí.
Pero eso sólo fue en el clemente principio, luego la cosa fue a más, cuando cogieron confianza yo me convertí en uno más dentro de aquellas disputas, siempre había una discusión de la que se me podía hacer participe, alguna regañina, algún reproche, y eso... Eso me desesperaba. Pero todavía no era capaz de darme cuenta del daño que me hacía de verdad.
Ese ambiente hostil, me era nocivo y venenoso incluso cuando la calma, plagada de tensión y un mal humor reinante en el ambiente, reinaba. Y no me daba cuenta como ese matrimonio gruñón e insoportable, me drenaba las fuerzas. La alegría, el entusiasmo, las ganas de vivir, me estaban convirtiendo en lo mismo que ellos eran, alguien callado y enfadado todo el día, que cuando rompía su silencio era para discutir y molestar.
Las depresiones empezaron a venir, cada vez más fuertes, más potentes, yo no entendía el motivo de esa tristeza de esa ira, de esa oscuridad, pero el motivo era esa casa, ese matrimonio. Me drenaban la felicidad, la energía y eso me metía en aquellas profundas depresiones. Todo el día en ese ambiente hostil y tenso me estaba envenenando, contagiando, el mismo clima insoportable de tensión y mal humor de discusión y hostilidad, que reinaba en la casa se adueñaba de mi corazón, yo era esa casa, lo que respiraba, lo que comía, lo que bebía, esa casa, ese clima enardecido e inaguantable se filtraba por los poros de mi piel, se pegaba como una película pegajosa a mis brazos. Yo no lo sabía, no podía imaginarlo... Hasta que me di cuenta, esa casa, ese matrimonio... Eran unos vampiros, que me drenaban el espíritu, que me sorbían la luz, me estaban envenenando, amargando, me mataban lentamente. Y cuando me di cuenta, decidí liberarme. Cogí un hacha, y entre en la habitación mientras dormían, recuerdo que la oscuridad les impedía distinguirme bien, la tenue luz de un candelabro de la habitación no distinguía mi expresión dominada por la locura, ni el hacha que había en mis manos.
Inconscientes de mi situación y de su actual condición y estado de peligro, sorprendido, porqué en medio de la noche irrumpiera en su cuarto, empezaron las quejas, los reproches, la bronca hacía mí. El gritarme tachándome de loco, de impertinente, de mal educado, no podían entender con que derecho ni conque motivo irrumpía en su dormitorio y ... Y... ¡Y les despertaba!
Las carcajadas nacen de mi ser, quizás sea verdad que estoy loco, pero ahora me parece realmente gracioso. Bueno, cabe decir, que si había un mínimo resquicio de cordura, de sentido común, de calma, de control en mí, que si quedaba una posibilidad por mínima que fuera, de que se salvaran, de que no hiciera lo que me había llevado a ese punto... Si se podían salvar, aquellas malditas quejar, aquel maldito quejarse todo el día y estar a malas todo el día... Aquella aptitud que me encarnizaba, agotaba y aburría, aquello les terminó de sentenciar.
Los gritos de horror fueron ensordecedores, el miedo que respiré, el miedo que rezumaban... Fue simplemente glorioso. Era la primera vez que emitían algo que no fuera una constante queja o bronca, algo que no hiciera hervir mi sangre ni me robara la energía, sentir su fin, sentir el fin de aquel robo indiscriminado de mis fuerzas... Fue magnifico.
Cuando las fuerzas del orden irrumpieron quedaron petrificados por el macabro espectáculo, las ventanas abiertas, corriente, y todas las luces encendidas, si no fuera por el olor de la sangre y todos los pedacitos de señor y señora mayor amargados que había distribuidos, casi habría conseguido acabar con ese clima. Si bien es verdad que no acabe con el clima enrarecido, al menos lo cambié, se tornó más homicida, más demente, distinto, el cambio siempre sienta bien.
Pero lo que no os vais a creer lo que paso a continuación. Después de entregarme pacíficamente, ya relajado, pues había acabado con el problema... Me querían condenar. ¡A mí! Podría haber escapado, cuando entraron en la casa, estaban tan petrificados y horrorizados porno entender lo que había hecho, que podría haberme ido con total calma y no hubiera pasado ni media. Me entregué pacíficamente, les explique lo ocurrido y les conté toda la historia... ¡Y me tacharon de loco! ¡Pero si lo expliqué bien! Aún, hoy en día no puedo entenderlo, quizás sea que hay que vivirlo. Al final va a resultar que el loco soy yo. No... No me digas que tú también lo piensas. ¿¡Estás de su parte!?
Bueno queda poco tiempo ya, y oigo al carcelero viniendo para guiarme a mi cita con el patíbulo.

Sólo te diré una cosa, a ti que te atreves a juzgarme y tildarme de loco, a ti, que te atreves a tirar por tierra el vínculo nacido entre el moribundo que confiesa y el confesor que le ayuda... Un día te tocará a ti. Entraras en la más amarga de las depresiones, alguien te estará sorbiendo la vida, el animo, la alegría, la felicidad, no sabrás porqué, no lo entenderás, pero cuando descubras que has dado con uno de estos vampiros, con una de estás personas... Querrás acabar tan rápido con el problema que también perderás el control, que también caerás en las garras de la demencia, como yo. Y entonces te arrepentirás de haberte creído mejor, distinto o a salvo, te arrepentirás de haber mirado con arrogancia desde tu prisión de cordura y entonces tendrás el derecho de entenderme, de releer o recordar estas palabras y sentirte identificado con ellas.

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