Hoy, estaba pensando yo, delante de una hoja de word en blanco, con
un título que tenía que sugerirme una historia... Y no era capaz de
escribir nada. Estaba como resacoso, dolorido, cansado y en general
en unas condiciones nada recomendables para según que tipos de
creatividad. Y entonces empecé a pensar en la melancolía, como
concepto. En general.
Y pensé en las implicaciones que podía tener, en como podía
afectar. Y luego en como me afectaba a mi mismo. Empecé a divagar a
nivel mental, como quizás esté haciendo ahora a nivel narrativo o
escrito. Como si quisiera rellenar una hoja de papel, pero que estaba
en mi mente.
No os voy a engañar, la melancolía, puede ser muy jodida, puede
hacer mucho daño, convertirse en una especie de veneno, infección o
ponzoña que puede corroer seriamente el espíritu de una persona.
Pero eso no la hace mala. Los sentimientos y creo que ya he hablado
de ello en éste blog, no son ni buenos ni malos. Lo malo o bueno es
lo que hacemos con ello. Y pensando en éstas cosas, no he podido
caer y recordar a las personas que, por nuestro bien, nos intentan
curar la melancolía.
Yo soy melancólico. Lo acepto. Quizás soy así o quizás
simplemente algo no me funciona bien aquí dentro. Y he pasado rachas
muy malas y muy oscuras. Pero seria un necio si culpara a mi carácter
melancólico de tal cosa. Una vez intentaron quitarme la melancolía,
no haré mención a este caso concreto con más profundidad, ni como,
ni porque, ni cuando, ni quien. ¿Y sabéis que noté cuando se
suponía que me la habían quitado? Vacío. Era como si me hubieran
extirpado algo que formaba parte de mí, como si me lo hubieran
arrancado. Notaba vacío. Antes de seguir quiero avisar que ahora
mismo no me encuentro en la situación mental correcta o idónea para
escribir, os aviso porque me veo venir una paja mental del quince.
Avisados quedáis.
Obviamente no me la habían quitado, pero era como, me parecía como
si sí lo hubieran hecho, todo, imagino, por el poder de la
sugestión. Alguien pensó que esa era una solución a lo que me
pasaba, pero se equivocaba. Y no pasa nada. Esas, son cosas que
pasan, estamos condenados a equivocarnos, porque la prueba y error es
el sistema por el cuál, como especie aprendemos y evolucionamos.
Esa, como decía, no era la solución. Soy melancólico, me gusta ser
melancólico, y creo que no es algo que se me tenga que quitar. Que
extirpar. Ese sentimiento muchas veces es una gran fuente de
inspiración. Y realmente no es algo negativo, es algo que forma
parte de mí, porque puedo estar eufórico, siendo así, y a menudo
lo estoy, me encanta reír, a carcajadas, hasta llorar, hasta que me
duele de tanto reír. Aunque sea melancólico. Porque como dijo el
sabio, hay un momento y un lugar para cada cosa.
Y la melancolía puede tener sus puntos positivos, ya no en el
aspecto creativo, sino en el aspecto ético, es decir en la manera de
vivir uno la vida. Yo creo que la melancolía me ha dado muchas veces
una dosis de realidad que me ha ayudado a ver las cosas con
objetividad, que me ha hecho tomar decisiones correctas y sabias.
También me ha hecho más fuerte, me ha enseñado a sobreponerme al
dolor, a no dejar que me derribe o por lo menos, no tan fácilmente.
La melancolía me ha ayudado a profundizar en mi mismo, a conocerme,
a enfrentarme a partes de mi ser, de mi psique, que eran difíciles,
dolorosas, terroríficas y oscuras. Me ha ayudado a conocerme a
enfrentarme a mis fantasmas. En definitiva me ha dado un poco de
sabiduría, lo cuál ya es algo para alguien con la mollera tan dura.
Así que en sí, no es mala. Pero es un arma de doble filo. Porque
como he dicho un sentimiento no es ni bueno ni malo, eso depende de
la razón que tú le des. Y la melancolía también puede ser mala,
porque y sin profundizar mucho en ésta parte, puede llevar a la
depresión, a la tristeza, al aislamiento, a la soledad. Pero eso, no
viene sólo por la melancolía, hay otros catalizadores, otros
atenuantes, que nos llevan a estos estados.
Problemas personales, traumas, miedos, inseguridades. El no
conocernos a nosotros mismos. El no conocer a quien tiene éste rasgo
y por él y otros motivos ya mencionados está deprimido.
Lo que quiero decir, sinteticemos, es que la melancolía no es mala.
Y tanto si la sufrimos como si conocemos a alguien que la sufra, no
debemos intentar "quitársela" o "extirparla"
porque eso no servirá de nada, y no será más que una empresa
condenada al fracaso. En mi caso, quien intento quitármela era
alguien cercano, a quien quería y quien me quería. Y yo estaba mal,
y pensó que el problema era que tenía simplemente "melancolía".
Incluso yo llegué a pensar lo mismo.
Pero ese, obviamente no era el problema. Ahora es fácil verlo, puede
que haya pasado un año ya. El tiempo despeja la mente y da
perspectiva. Entonces supongo que no era tan fácil verlo, para
ninguno de los dos. El problema no era esa nube oscura que se cernía
sobre mí. La tristeza que sentía, venía de los problemas que tenía
con esa persona y que me negaba a reconocer. Problemas que sólo
fueron a más y a más. Si yo hubiera sido honesto conmigo mismo,
quizás podría haberlos visto. Pero ahora no merece la pena seguir
analizando algo que pasó y que no tiene solución
En conclusión, la melancolía es un sentimiento, no un problema. Yo
soy melancolía y lo acepto. Aunque a veces me traiga problemas y
dolor. Y quien lo sea deberá aceptarlo y dejar de ver eso como un
enemigo. Y empezar a ver los problemas que se esconden tras ese
sentimiento.
A mí me gusta ser feliz y me gusta reír. Sé que la melancolía y
la euforia son sentimientos completamente opuestos, a mí me lo vais
a decir, que hay veces que parece que tengo tres personalidades, la
eufórica, la media y la deprimida. Pero así soy.
Y ¿sabéis que es lo que me hace más feliz? ¿Lo que me da más
euforia? Lo que me acerca a mi niño interior. Al niño que fui.
Quizás por eso me guste reír, porque considero que tuve una
infancia feliz, pese a los problemas que tuvieron lugar, no dejaba de
reír y eso me acerca a esa parte de mí y me provoca euforia. Hay
cosas que me dan euforia, y es porque me acercan a ese niño
interior, ese niño con una imaginación disparatada, que vivía en
un mundo mejorado con sus ensoñaciones y disparates. Que podía ver
lo que imaginaba como si fuera tangible. Quien alguna vez me ha
enamorado a llegado a conocerme lo suficiente para saber que
acercándose a mi niño interior podía conquistarme.
La verdad que echo de menos esa época y a veces siento haberla
clausurado de forma tan abrupta. Otro día hablaremos de eso. Y de
esa parte de mí.
En definitiva me gusta esa parte de mí, pero eso no quita que me
guste su contraria. Porque no siempre se puede ser feliz, ni vivir en
tu mundo, la realidad está ahí y no se puede huir de ella, porque
es donde más se aprende, y donde más se madura.
No sé si se puede sacar más conclusiones a lo dicho, vosotros
juzgaréis eso. Me dejo muchas cosas en el tintero, pero éste
escrito reclama un final, así que os dejo una despedida, y agradezco
el tiempo que hayáis dedicado a leerme. Un saludo y cuidaos mucho,
queridos lectores.
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