20/3/18

Sigue adelante.

 Hola chicos y chicas. Bienvenidos a mi última entrada. Que no suene a despedida. No sé si por azar o por destino he elegido para ésta entrada la siguiente anécdota. Quizás como promesa a mi mismo y a vosotros de que aunque éste es un final para algo que para mí fue muy grande e importante, no es un final definitivo. Quien sabe.
Tengo muchos, muchísimos motivos para no dejar de escribir nunca, hasta que dicha afición o pasión, se convierte casi en una obligación un deber, una maldición. Algo que adoro y que a veces en mis peores momentos casi detesto. Todos tenemos malas rachas y yo no soy menos, más aún con la controversia de que o estoy en lo más alto o en lo más bajo sin poder encontrar, de momento, termino medio. Y hay veces en las que uno sólo siente ganas de desaparecer. Y por suerte o por desgracia en esas ocasiones recuerdo todo lo que me queda aún por escribir, todo lo que tengo que sacar de mi cabecita y me siento en la obligación de eliminar esos autodestructivos pensamientos. Quizás un día escriba todo lo que tengo dentro. Aunque nunca nadie lo vaya a leer. Ese día supongo que tendré permiso para desvanecerme como polvo anónimo en las corrientes del tiempo.
Una de las razones, la que me trae hoy aquí en forma de anécdota, es una frase que me dijeron y que se me ha quedado grabada a fuego.
Como algunos de vosotros sabréis, soy hijo de libreros, he tenido suerte al nacer aquí donde he podido saciar gran parte de mis inquietudes literarias. Y por lo tanto, como hijo de autónomos, me ha tocado echar bastantes horas en el negocio familiar. No es por meter critica social a estas alturas, pero no os imagináis lo que puede llegar a desgastar en éste país ser tu propio jefe. Algo mal se tiene que estar haciendo para que cueste tanto y rente tan poco.
Uno de mis clientes, un anciano jubilado que en su día fue lo que podría catalogarse como científico, era un apasionado de la literatura y quiero pensar que en cierto modo también era mi amigo. Un hombre con una expresión amable en todo momento y con una fuerza que la edad parecía no ser capaz de vencer pese a todos sus achaques.
A menudo Vicente y yo teníamos conversaciones de ámbito literario y en alguna ocasión hemos compartido escritos a fin de valóralos y criticarlos para a través del descubrimiento de otros puntos de vista mejorar nuestras facultades literarias. Un día estábamos hablando y además creo que de una novela en la que aún a día de hoy no sé cuando lo leáis vosotros, estoy trabajando, una novela que ha sido causa de numerosos atascos y de arduas jornadas de trabajo. Mi situación personal, la falta de tiempo y sobre todo lo perfeccionista que intento ser con ella me complican mi tarea como escritor numerosas veces.
Hablando de esto Vicente me miró, con esa fuerza que irradiaba su persona, esa fuerza para ser un buen hombre aún en estos días, para ser así de amable, así de positivo, así de sonriente. Esa fuerza que despertaría admiración a cualquier hombre sensato y honesto y me aconsejó:
"Borja, no te pares. No te pares nunca. Que tengo mucho que leer tuyo." La frase y consejo me dejó estupefacto. Casi pude ver en esas sabias y aguerridas palabras el rastro y leyenda de un hombre que en toda su vida, nunca, jamás de los jamases hubiera tenido que retroceder o detenerse. Con una convicción y fuerza, dignas del mejor de los mejores. En sus palabras había un poder que supera los años y todo lo que los mismos pesan. Parecía que nada pudiera acabar con un hombre así, con alguien que expresara tal autoridad al hablar y al mirar a la gente. Alguien lleno de sabiduría y de fuerza. Alguien que parecía hecho de la pasta de la que, otrora cuando el mundo aún era místico y mágico, se forjaban los antiguos héroes. "No te pares. No te pares nunca."
Durante toda mi vida, he querido ser de una forma concreta y durante demasiado tiempo me he perdido alejándome de ese hombre en el que quería convertirme a base de malas decisiones y de falta de valores y actitudes sensatas, tan desesperado por llegar al final de un camino, que perdía la guía que pudiera ofrecer el mismo por no mirar por donde andaba. Ha día de hoy creo estar en la dirección correcta para encontrar el camino, aún me falta para llegar, y será duro y largo de recorrer una vez lo encuentre. Probablemente me lleve toda la vida, pero me contentaré si cuando me llegue el final, he acabado de recorrerlo y soy la clase de hombre que quiero ser. He encontrado la paz y conseguido que mantenerme fiel a mis valores e ideales.
Aún queda mucho para estar siquiera cerca del comienzo. Pero poco a poco siento que avanzo, siento que aprendo. Hay gente a la que le debo ser escritor, porque me han enseñado, a nivel literario y a nivel ético a ser un escritor y un hombre. Gente que me ha dado razones para seguir con mis dos sueños, ser escritor y recorrer ese camino sin dejar de aprender un sólo minuto. Vicente fue una de estas personas, le debo mucho, porque hizo más que darme una frase. En su carácter, en esa fuerza, encontré un ejemplo que me acercaba más a lo que quiero ser. Así que gracias, tanto a él como a otras personas de las que he hablado aquí o donde fuera, y por supuesto a las que para mi vergüenza aún no he hecho mención.

De nuevo me enrollo más que una persiana. Queridos lectores aquí os dejo algo que me enseñó mucho, espero que también os sea útil. Ha llegado el momento de despedirse, de acabar éste capítulo llamado Literatura, y la entrada que lo "epiloga" ya he hablado mucho de ésta etapa y de lo que significó para mí. Gracias una última vez. Allí donde cada uno vayamos, volveremos a encontrarnos, estoy seguro, para mi camino espero tener fuerzas e ingenio, para el vuestro os deseo ánimo, felicidad y paz. Un saludo, vuestro escritor, Borja Díaz Casas.  

1/3/18

Azul.

 Podía sentir los pliegues de aquella tela cubriéndome y envolviéndome. Tenía un tacto sedoso y fresco al envolver mi piel. Todo lo que me rodea es azul, todo lo que me rodea ahora tiene formas vaporosas, como si hubiera aparecido en medio de una especie de cielo, sin embargo no caigo al vacío, o no tengo esa sensación ya que es como si hubiera desaparecido la consciencia de mi cuerpo, y sólo tuviera consciencia de mi mente, embriagada por algunas dulces sensaciones como la del fino tejido que parece guarnecerme.
Un olor melifluo y agradable parece rodearme, quizá sea ésta la antesala del paraíso. O una cruel ilusión precedente al infierno. Mis dedos parece palpar algo rugoso, algo que parece tener movimiento propio. Propia conciencia. Ese algo me rodea y empieza a tirar de mí, percibo su consciencia, pero no su existencia, éste estado resulta caótico y confuso, como si estuviera aletargada. Sin embargo es como si ahora mi mente fuera mucho más... ¿Libre? Siento como si pudiera ver mucho más lejos, mucho más hondo. No me detengo en formas y detalles, en apariencia, sino que percibo lo que algo es, de verdad, más allá de lo que una simple imagen elaborada con formas y colores puede trasmitir.
La tela que parece envolver a lo que sea que sea yo ahora parece palpitar, puedo percibir ahora, cada vez menso cegada lo que podría llamar venas a falta de un termino mejor. De repente siento como si fuera una gigante en un mundo extraño en el que nunca antes he estado, en la tela que me envuelve, yacen seres de menos majestuosidad que la mía, más pequeños, más simples, como si dicho tejido tuviera inteligencia propias y actuara como una especie de red que atrapa insectos y como planta carnívora a la vez, abosribiéndolos y digiriéndolos.
De repente esa tela, que sin yo darme cuenta, no ha parado de crecer, ahora es un mar entero que me rodea, e inunda y devasta con la furia de la naturaleza todo lugar al cuál me dirijo, y como si ese caudaloso océano cambiante fuera una parte más de mi fisionomía, de mi ser, absorbe toda concienciae información de cada objeto sumergido bajo su implacable abrazo, alimentándome de alguna manera, expandiendo más y más mi mente, ahora entiendo, pese que aún albergo dudas que imagino seguirán saciándose, que he abandonado hace mucho el plano físico y tal estado, ahora soy otra cosa, y por lo tanto capaz de ver, comprender y entender cualquier cosa más allá de las barreras de esa prisión. De la distancia o incluso el tiempo.

El océano que antes fue un capullo y después una vestimenta se va calmando y entonces sin saber muy bien como o en que momento... esa inmensidad azul de inteligencia propias pasa a ser parte de mí, adhiriéndose al concepto que soy y convirtiéndose casi en una especie de piel que me malea y transforma a su gusto, hasta que la vinculación entre ambos es optima y finaliza, dando así por acabado también mi peregrinación en conocimiento. Entonces caigo en la cuenta de que hace mucho que abandone mi forma tangible, mucho antes de empezar esta zarca travesía, ya que para empezar éste periplo he tenido que morir, simplemente, en algún momento dado, siendo un ser inferior y sencillo experimenté la muerte repentina, encontrando en la misma una puerta hacía la trascendencia, capaz de llevarme tan lejos y tan alto, como para convertirme en un ente omnisciente imposible de catalogar y etiquetar y digno de cruzar el umbral que delimita el territorio en cual mora la providencia, de la cuál, ahora soy parte y todo.  

20/2/18

Cuando pendió de un hilo mi futuro como escritor.

 Si hecho cuentas, rememoro, ciertos baches, ciertos impedimentos que me he encontrado en mi sueño de ser escritor. Aunque me guste considerarme tal, aún no lo soy y todavía me queda mucho por afrontar. Aunque eso no quiere decir que no haya pasado un par de cosas ya. Ha habido momentos en los que he estado a punto de decir "basta" de dejarlo, de rendirme y desentenderme, mucho agobio y presión que yo sólo me metía, pero quizás porque me daba cuenta de que lo que afrontaba en esos momentos era una rabieta de niño, o quizás porque conseguía serenarme y concentrarme en lo que de verdad quería, en lo que de verdad era, al final seguí adelante.
Pero hubo una cosa, algo muy simple, en apariencia al menos, que podía haberme costado este sueño. Que podía haber acabado con él.
Veréis antes de nada os tengo que poner en situación. Pongamos y usemos un ejemplo. Si tú educas a un niño y éste hace algo mal, se lo corriges ¿Verdad? Porque si no seguirá haciendo algo mal, hasta convertir esa manía en un hábito que será mucho más difícil de corregir y en según que casos hasta imposible. Pues bien, en mi caso, hubo algo que quien me debía corregir, no lo corrigió.
Yo de niño cometía muchísimas faltas ortográficas. Pero no podéis ni imaginaros hasta que punto. Eran tantísimas que cualquiera que me leyera podría considerarme analfabeto. Y aún hoy sé que cometo demasiadas, pero intento remediarlo. ¿Por qué tenía ese problema? Pues algo deberíais ir intuyendo. En el colegio, en el instituto, en mi vida, nadie había buscado nunca remediar eso. Me bajaban puntos por las ortografía y solucionado, me podían llegar a suspender exámenes, pero ya está. No había una solución real. Y una de dos. O yo era muy estúpido como para ver que tenía un problema y no lo solucionaba, o mis profesores no se daban cuenta de que tenía un problema y que debía solucionarlo. O quizás las dos.
La cosa es que cuando yo llegué a segundo de bachillerato tenía faltas gordísimas y numerosísimas. Seguramente habría niños de primaria que podían escribir más correctamente que yo. Es curioso, porque hasta entonces los profesores que tenían se limitaban a decirme, "tienes que leer más" Para corregir ese problema. Cuando yo he leído mucho desde que tengo capacidad para leer. Y me gustaría leer más si pudiera... Esto no se solucionó hasta que no llegué a la clase de lengua y literatura de Mari Paz y ella vio que tenía un problema y gordo.
Mari Paz me metió caña. Me llegó a bajar en una evaluación dos puntos por examen por las faltas. Pero no me dio por perdido. Esa es la verdad. Cuando me hizo el primer examen y vio el desastre que tenía delante se sentó conmigo y habló. Me preguntó si yo leía, cuanto leía. Si escribía o me gustaba escribir.... y un montón de cosas más. Me explicó cuál era mi problema, que no era culpa mía y que debía solucionarlo. Y se puso manos a la obra, hasta que lo solucionó. Ese año me bajaron puntos por faltas... Pues me faltan dedos para contarlos. Pero ese año dejé de tener ese problema.
Sobra decir que Mari Paz ha sido una de las mejores profesoras que he tenido en mi vida. Pero por si no ha quedado claro, lo digo ahora. No sólo eso, sino que además, si alguna vez consigo cumplir mi sueño y puedo vivir de esto, será gracias y por entero a ella. Pues si ella no hubiera solucionado éste problema, yo no podría ni siquiera rozar tal aspiración. Lo hizo, lo hizo bien y lo hizo rápido. Hay que ser muy bueno para conseguir tan hercúlea tarea.
Y es una pena que queden tan pocos profesores de esos, y a los que quedan, se los valore tan poco. Luego nos quejamos de la educación de resultados y de estadísticas. Pero no nos debe extrañar. La cosa irá a peor mientras en esa refinería de mentes que son los centro de enseñanza se hagan mal las cosas. Ya sea por leyes y normativas, presupuestos y recortes que viene de arriba, o porque la calidad y vocación de los docentes no llega a unos mínimos, porque a la hora de escoger quien se va a poner al frente de una clase se juzgan otras cosas que poco tienen que ver con que se ponga a un profesor o maestro de verdad...
Lo he dicho y lo repito, cada vez quedan menso profesores así, yo lo he visto como alumno. Y es algo que entristece a cualquiera. Ver como hay pocos y a los pocos que hay se les trata... Como no habría que tratarles. Jode mucho ver a alguien en ese puesto que sirve, y ver como le exprimen entre alumnos, profesores y superiores, como aplastan su espíritu.
En fin, supongo que el mundo de hoy día es así. Un gran rebaño, o intento de tal, que machaca y aplasta al que no sigue unas directrices de pauta y comportamiento que sean cómodas para los mismos que dirigen el rebaño. No hablo de conspiraciones, ni rollos así, hablo de que hay mucha vagancia y mucha inutilidad en diversos y numerosos sectores de nuestra cultura, y que la mejor manera de mantener esa comodidad para quienes se aprovechas de ella, es eliminando a todo el que no quiera participar de la misma, y si somos un poco críticos y empezamos a mirar con ojo critico cuanto nos rodea, podremos darnos cuenta.
En cualquier caso, el tiempo de las divagaciones ha pasado. Ésta es una más de mis pequeñas historias. Y con ella va a ir siempre un buen recuerdo y un agradecimiento perpetuo a quien me puso un poco más cerca de mi sueño.
A ella, y a todos los que han tenido que ver en mayor o menor medida en que yo alcanzara dicho objetivo, gracias por siempre.

Un saludo, queridos lectores, cuidaos mucho.  

1/2/18

Adiós, hogar.

 Noto el húmedo cosquilleo recorrer mis mejillas mientras miro una foto desgastada por el devenir de los años. Cuando percibo que las lágrimas van a caer después de desfilar por la línea de mi mandíbula alejo la fotografía, protegiéndola así de la solución salina. Nunca volveré a ver la casa que se yergue detrás de mis padres en esa fotografía. Como tampoco volveré a ver a mis padres, tan gallardos y dignos en esa foto conmigo y mi hermana delante de ellos, en aquella época en que no sabíamos cuán oscuro y cruel puede ser este mundo.
La bocina del tren me avisa de que el tiempo en esa tierra que me vio nacer y a la que llamaba patria se acaba a un ritmo vertiginoso. Debo considerarme afortunado aún así de poder abandonarla. Sólo, exiliado y tras haber perdido a cada ser al que quería, parece que debo cargar con el apelativo de "Afortunado" en esta larga marcha que tengo por delante. Era precisamente lo que me faltaba.
A manos de unos libertadores autodenominados, que con la palabra elaboraban una distracción que encubría los actos que pretendían llevar a cabo con la fuerza, he perdido mi pasado, mi presente y mi futuro. Los que un día, hasta llegaron a despertar de mi simpatía, son hoy una manada de chacales que pretende darme caza y devorar mi país hasta pelar cada hueso que pueda tener el más mínimo jugo.
Hemos pasado del hambre, el frío y la injusticia, a tener que escondernos de nosotros mismos, todo el mundo puede ser hoy un enemigo, y puedes ser una sospechosa y potencial amenaza hasta por no tener una opinión demasiado elaborada, imaginad por tener una posición contraria a la de quienes pretenden liberarnos del yugo de la opresión. Bien es cierto que necesitábamos un cambio, pero en algún momento nuestras máximas se gritaron tan fuerte que no oímos como en lugar del cambio fraguaban una criba.
Hemos pasado de un mal a otro, a otro correctamente emperifollado, con un discurso mejor, con una apariencia cercana y benévola, casi protectora, con una bandera mucho más refulgente y henchida de más brío, y con la promesa de mejorar todo lo que queríamos, mientras que en secreto alberga un retorcido y cruel plan para hacerlo. El tren se pone en marcha y hay una parte de mí que casi quiere sentir alivio por ello, hasta que recuerda que todo lo que soy se queda en el lugar del cuál parto. Mi camino me lleva a ser un vagabundo anónimo, un refugiado sin nombre condenado al sufrimiento, la soledad y la penuria en un país desconocido del cuál no sabe nada, por no saber no sabe ni hablar de manera que se haga entender en una lengua que se antoja tan extraña ahora.
Los fuegos de la revolución han fraguado algo extremadamente peligroso, lo que en principio parecía una herramienta que tenía como fin construir, ha resultado ser un arma cuyo destino es la represión. Hemos tenido la oportunidad de acabar con el mal de éstas frías tierras gobernadas por un tirano. De crear algo mejor, algo que nos hiciera iguales. Sin embargo alguien en algún momento intentó hacer encajar una pieza que no era ni siquiera de éste rompecabezas. Y ahora somos igual de pobres, de miserables, de culpables y de aterrorizados. Ahora nadie tiene nada pero quien se ha autoproclamado libertador gestiona y pone a, lo que el considera buen recaudo, lo de todos. Mientras que con una mano nos anima a seguirle, con la otra acaba con los tiranos, los apoderados, los privilegiados y todo aquel que tenga la desdicha de rodearlos o cruzarse en el camino de sus verdugos, da igual que sean culpables que inocentes, viejos, niños o enfermos. Mientras que, y tacharamé de desconfiado, tengo la vaga sensación de que el poder no vuelve a la fuente de la cuál tanto se dice proceder, sino que simplemente cambia de manos. Unas manos más jóvenes, más fuertes, pero igual de crueles, sino más. Unas manos que no van a dudar en consérvalo si así lo consideraran pertinente.
Adiós gran madre, tus hijos han pasado de pasar hambre mientras unos pocos engordaban chupando indiscriminadamente de tu ubre, ha ser instigados para ayudar a derrocar a los mencionados mientras que siguen pasando hambre, con la diferencia de que ahora todos sirven de base para que unos pocos, pero distintos a los anteriores puedan llegar a mamar de donde todos tenemos el derecho de alimentarlos, pero pocos gozan del privilegio de hacerlo.

Viva a la revolución. Viva a la libertad. Viva al partido. Viva al piógeno, ignorante y hambriento pueblo.  

20/1/18

Mi maldito nombre.

 Yo siempre he tenido una pequeña confrontación con mi nombre. A veces mayor y a veces menor. Supongo que no soy ni el primero, ni el último. Hay buenos nombre por ahí, nombres chulos, bonitos, con significado, el mío... Bueno ya me he hecho a él. Pero aún así me ha costado.
Desde el principio, desde que era un niño. En fin, os podéis imaginar que con éste nombre, yo era la única persona que conocía que se llamaba así. Era un nombre poco común, para mí y para la gente que me rodeaba, compañeros de clase, vecinos, amigos... En fin.
Si a eso le añadimos que yo nunca encajé muy bien en ningún sitio. Pues os podéis imaginar. Porque sí el concepto de "No encajo, pero eso me hace diferente y eso es bueno" En esas edades puede ser muy bonito, eres un niño distinto y no te amoldas a parámetros predeterminados, pero cuando eres un niño tu mente no entiende esas cosas. Sólo quieres ser un niño como los demás, jugar con ellos, no estar sólo y que no se metan contigo. Y cada cosa que te hace diferente... Pues no es grata.
Supongo que ese principio bastante desastroso, me ha hecho siempre tener mi nombre como algo que tengo que tener, pero que no me tiene porque gustar especialmente. De niño era rarito, por muchas cosas, como que me encantara leer, que no me gustara el fútbol y que por tanto jugase utilizando mi imaginación en vez de un balón y patadas. Reconozco que, existe la posibilidad de que mis habilidades sociales fueran bastante limitadas por no decir nulas y que fueran un inocente ingenuo que no sabía la crueldad que va aunada al hecho de ser humano.
De alguna manera mi infancia poco convencional me hizo cogerle un poco de tirria a mi nombre. Y os parecerá una tontería pero es algo que siempre ha estado ahí. Quizás mis habilidades sociales sigan siendo escasas y nefastas. Quizás simplemente es que me alejo de los rebaños y no me gustan por lo que he de pagar las consecuencias. O simplemente se trate de que por motivos mencionados o no descubiertos todavía no encajo, me cuesta mucho y eso me hace ser bastante solitario.
Y la soledad es muy mala. El tiempo libre en general lo es. Y no me malinterpretéis. No digo que haya que estar saturado, pero el tiempo hay que llenarlo. Hay que llenarlo con tareas o con hobbies. Pero el tiempo no hay que desaprovecharlo, todo minuto que tengamos deberíamos utilizarlo en enriquecer nuestra vida, en llenarla de experiencias, aventuras, lecciones y vivencias.
Apuntarnos a clases de algo, a algún deporte o arte marcial, llenar al vida. Completarla. Nutrir nuestra mente, nuestra personalidad, nuestra autoestima. El tiempo libre, el tiempo que no gastamos en nada que tenga algo, por mínimo que sea, productivo, el tiempo que desperdiciamos, no vuelve. Y lo peor es que, eso tiene un efecto devastador para nuestra mente. Para nuestra moral.
Ese tiempo sirve para que nos comamos la cabeza, para que pensemos cosas nocivas para nuestra psique. Para que nos sintamos solos... Creo que la soledad es buena, pero en dosis. Pero el tiempo desperdiciado, es venenoso, igual que la soledad en dosis demasiado grandes.
Somos animales sociales. Necesitamos relacionarnos con otros miembros de nuestra especie, con nuestro entorno, con lo que nos rodea, si nos aislamos... Nos estamos haciendo un daño bastante, bastante perjudicial. Es así, y ahí que evitarlo. Y no me malinterpretéis, no voy de listo, ni intento dar ningún ejemplo, por más que conozca la teoría, o lo que hay que hacer, por falta de sentido común o estupidez, no siempre lo llevo a la práctica, ni todo lo que debería. Soy un tanto parguelas en ese aspecto, por saber que hay que hacer y no hacerlo bien... En fin, esa es otra cuestión.
La cosa es que por no hacer lo que es obvio que hay que hacer, por pasar demasiado tiempo a solas, aislándome en mi mismo, me he hecho bastante daño, y soy consciente de ello. Porque me he obsesionado demasiado con algunas cosas. Y las obsesiones son malas. Porque, por ejemplo, leer es bueno, pero si te encierras a leer y a leer, te dejas otras cosas de la vida, te las pierdes y eso sólo va ir en detrimento negativo hacía ti. Y reconozco que he pasado demasiado tiempo sólo, desde siempre. Aprovechando desperdiciando mi tiempo, perdiéndome una parte primordial de mi vida que era el relacionarme. Aislado y desconectado del mundo real. Y como decía eso al final es malo, la soledad es buena siempre y cuando sea en pequeñas dosis y no te desconecte del mundo. No te haga perderte otras cosas. Porque al final eso vuelve, de repente te empiezas a notar fatal, porque tu estado de animo se resiente, necesita cosas de las cuales le estás privando. Y entonces te deprimes, te vienes abajo y te aíslas y encierras más... Y bueno volviendo al tema que nos ocupa, básicamente la cagas, estás hecho una mierda porque tú sólo te has abierto heridas que tenías por ahí cerrándose y no puedes evitar preguntarte, ¿Porqué a mí? Y lo relacionas con la antigua superstición adquirida de niño de "a mi nombre la pasa algo porque no es común".
Dios, he divagado tantísimo que ya no sé ni donde estoy. Tenía planteado llevar la entrada por otro lado y se me ha revelado y ya no sé ni por donde cogerla.
En conclusión... Joder no sé que conclusión sacarle a esto. Bueno pues, creo que estoy como una cabra y... ¿se me desmadran ya las entradas?

Queridos lectores un placer haberos escrito y si consigo poner estos pensamientos en orden haremos una segunda parte de ésta entrada para concluirla y desmarañarla. Un saludo y cuidaos mucho.

1/1/18

Abrazo.

 Eres lo último que sentiré. Estoy seguro de ello. Si mis ojos no estuvieran quemados lloraría. Primero por el terror. Despupués, por la emoción que me produces, por éste último regalo que me das, antes de que desaparezcamos para siempre. Éste abrazo... es lo único que necesito llevarme cuando abandone éste mundo. Noto tu brazo pasar por debajo de mi axila izquierda y subir por mi espalda hasta que tu mano se agarra a mi hombro, clavándose con una fuerza sobrehumana que me sobrecoge. Tu brazo izquierdo roda mi cuello, agarrándose donde mi hombro termina y empieza mi brazo. Tus piernas rodean mis caderas, y tu cabeza yace en mi clavícula, me agarras como si nunca quisieras soltarme. Me agarras dándome y buscando a la vez refugio. Mis brazos te rodean, el derecho rodea tu cintura, agarrándole con firmeza, contribuyendo contigo a que nada nos separe. El izquierdo cruza tu espalda de forma ascendente hasta que mi mano se apoya sobre tu cabeza, en una caricia llena de ternura. Gracias por éste momento, sentir todo tu afecto inundándome, sentir como te aferras a mí, como si yo pudiera protegerte. Gracias por permitirme gozar una última vez pese a que las puertas del infierno se hayan abierto de par en par.
Abro los ojos un instante, no puedo ver, pero sé lo que vería de poder hacerlo. Una gruesa capa de polvo que lo cubre todo, reflejando una imagen translucida y emborronada allí donde se mire. Y debajo de esa capa un rojizo anaranjado provocado por los mismos fuegos que ésta quemando éste mundo. El resultado de una civilización que brilló hasta consumirse, usando de combustible cada alma que tenía a su alcance, la tierra que la acogía y cada cosa que fuera capaz de arder o de sufrir las consecuencias de un progreso que siempre se basó en el egoísmo.
Vuelvo a cerrarlos y dejo que el contacto de tu piel me embriague una última vez. Noto como mi piel quemada arde, escuece y me hace agonizar, noto tu cuerpo temblando por la misma razón y aún así hayo paz en tu cuerpo, tan maltrecho como el mío, tan herido. Somos dos heridas abiertas en medio del Apocalipsis. Pero no podría desear un infierno más dulce como capítulo final.
Todo el cuerpo me duele, mi espalda es una gran quemadura en la que debajo de la piel en carne viva de color gris por la ceniza surgida de la hecatombe, sobresalen los huesos de mi columna, los tendones y los músculos que no han sido carbonizados. El dolor es tantísimo que he entrado en una especie de estado de shock en el que soy capaz de sentirlo sin desmayarme. Y sin embargo el único miedo que tengo es el que nace de la certeza de que no puedo protegerte ni salvarte, que vas a recorrer el mismo camino que yo, un sendero que cada vez noto más cercano. Si hay Dios, espero que me permita ser el último de los dos en partir. No soportaría la idea de dejarte sola, de no estar a tu lado cuando cruces.
Noto tu cuerpo temblar, también te cubren quemaduras que llegan hasta los mismos huesos, tendones y músculos, se que has perdido hasta algunos dedos y sufres tanto o más que yo, menuda estampa, el final del mundo y dos seres deformes abrazándose y moribundos cubiertos de ceniza nuclear abrazándose con su último estertor, sería una bonita pintura, aunque seguro que algún imbécil acabaría escribiendo sobre ella por no ser capaz de relatar algo propio. Ojala pudiera acariciarte, pero temo llevarme tu fina y degrada piel con las yemas de mis ahora huesudos y descarnados dedos, me limito a seguir con éste abrazo perfecto, que no es poco, e intentar si fuera posible trasmitirte todo el amor que has sido digna de sembrar en mí.

Tu pausada y trabada respiración es una triste melodía que hará las veces de réquiem y oda a ésta pesadilla que algunos ingenuos llamaron una vez "civilización" y al perdido empíreo que pudo haber llegado a ser de no haber estado poblado por una raza como la nuestra. Cuando con suma maestría, aquella que sólo las personas tan perfectas como tú pueden poseer, tocas la última nota de esa marcha final de despedida, y tus ennegrecidos pulmones dejan de respirar; Me dejas y te vas allí donde sólo los buenos y honestos tienen un sitio reservado, donde siempre serás tan bella como yo te vi desde el primer día, donde nadie nunca podrá trabar tu maravilloso ser ni entorpecer tu destino. Algo dentro de mí se quiebra mientras no dejo de amarte por cada regalo que me has hecho, por cada cosa buena que ha tenido mi vida y que ha venido de tu mano. Entonces por dentro lloro, pues es el único lugar donde puedo hacerlo desprovisto de dicha capacidad biológica y de las fuerzas para usarla. Sigues abrazándome con fuerza, incluso ahora, con lo lejos que estás ya de mí y eso es lo último que necesito para empezar mi marcha a fin de seguir tu brillante estela que me servirá de guía hacía el lugar al cuál vamos.