1/1/18

Abrazo.

 Eres lo último que sentiré. Estoy seguro de ello. Si mis ojos no estuvieran quemados lloraría. Primero por el terror. Despupués, por la emoción que me produces, por éste último regalo que me das, antes de que desaparezcamos para siempre. Éste abrazo... es lo único que necesito llevarme cuando abandone éste mundo. Noto tu brazo pasar por debajo de mi axila izquierda y subir por mi espalda hasta que tu mano se agarra a mi hombro, clavándose con una fuerza sobrehumana que me sobrecoge. Tu brazo izquierdo roda mi cuello, agarrándose donde mi hombro termina y empieza mi brazo. Tus piernas rodean mis caderas, y tu cabeza yace en mi clavícula, me agarras como si nunca quisieras soltarme. Me agarras dándome y buscando a la vez refugio. Mis brazos te rodean, el derecho rodea tu cintura, agarrándole con firmeza, contribuyendo contigo a que nada nos separe. El izquierdo cruza tu espalda de forma ascendente hasta que mi mano se apoya sobre tu cabeza, en una caricia llena de ternura. Gracias por éste momento, sentir todo tu afecto inundándome, sentir como te aferras a mí, como si yo pudiera protegerte. Gracias por permitirme gozar una última vez pese a que las puertas del infierno se hayan abierto de par en par.
Abro los ojos un instante, no puedo ver, pero sé lo que vería de poder hacerlo. Una gruesa capa de polvo que lo cubre todo, reflejando una imagen translucida y emborronada allí donde se mire. Y debajo de esa capa un rojizo anaranjado provocado por los mismos fuegos que ésta quemando éste mundo. El resultado de una civilización que brilló hasta consumirse, usando de combustible cada alma que tenía a su alcance, la tierra que la acogía y cada cosa que fuera capaz de arder o de sufrir las consecuencias de un progreso que siempre se basó en el egoísmo.
Vuelvo a cerrarlos y dejo que el contacto de tu piel me embriague una última vez. Noto como mi piel quemada arde, escuece y me hace agonizar, noto tu cuerpo temblando por la misma razón y aún así hayo paz en tu cuerpo, tan maltrecho como el mío, tan herido. Somos dos heridas abiertas en medio del Apocalipsis. Pero no podría desear un infierno más dulce como capítulo final.
Todo el cuerpo me duele, mi espalda es una gran quemadura en la que debajo de la piel en carne viva de color gris por la ceniza surgida de la hecatombe, sobresalen los huesos de mi columna, los tendones y los músculos que no han sido carbonizados. El dolor es tantísimo que he entrado en una especie de estado de shock en el que soy capaz de sentirlo sin desmayarme. Y sin embargo el único miedo que tengo es el que nace de la certeza de que no puedo protegerte ni salvarte, que vas a recorrer el mismo camino que yo, un sendero que cada vez noto más cercano. Si hay Dios, espero que me permita ser el último de los dos en partir. No soportaría la idea de dejarte sola, de no estar a tu lado cuando cruces.
Noto tu cuerpo temblar, también te cubren quemaduras que llegan hasta los mismos huesos, tendones y músculos, se que has perdido hasta algunos dedos y sufres tanto o más que yo, menuda estampa, el final del mundo y dos seres deformes abrazándose y moribundos cubiertos de ceniza nuclear abrazándose con su último estertor, sería una bonita pintura, aunque seguro que algún imbécil acabaría escribiendo sobre ella por no ser capaz de relatar algo propio. Ojala pudiera acariciarte, pero temo llevarme tu fina y degrada piel con las yemas de mis ahora huesudos y descarnados dedos, me limito a seguir con éste abrazo perfecto, que no es poco, e intentar si fuera posible trasmitirte todo el amor que has sido digna de sembrar en mí.

Tu pausada y trabada respiración es una triste melodía que hará las veces de réquiem y oda a ésta pesadilla que algunos ingenuos llamaron una vez "civilización" y al perdido empíreo que pudo haber llegado a ser de no haber estado poblado por una raza como la nuestra. Cuando con suma maestría, aquella que sólo las personas tan perfectas como tú pueden poseer, tocas la última nota de esa marcha final de despedida, y tus ennegrecidos pulmones dejan de respirar; Me dejas y te vas allí donde sólo los buenos y honestos tienen un sitio reservado, donde siempre serás tan bella como yo te vi desde el primer día, donde nadie nunca podrá trabar tu maravilloso ser ni entorpecer tu destino. Algo dentro de mí se quiebra mientras no dejo de amarte por cada regalo que me has hecho, por cada cosa buena que ha tenido mi vida y que ha venido de tu mano. Entonces por dentro lloro, pues es el único lugar donde puedo hacerlo desprovisto de dicha capacidad biológica y de las fuerzas para usarla. Sigues abrazándome con fuerza, incluso ahora, con lo lejos que estás ya de mí y eso es lo último que necesito para empezar mi marcha a fin de seguir tu brillante estela que me servirá de guía hacía el lugar al cuál vamos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario