Noto el húmedo cosquilleo recorrer mis mejillas mientras miro una
foto desgastada por el devenir de los años. Cuando percibo que las
lágrimas van a caer después de desfilar por la línea de mi
mandíbula alejo la fotografía, protegiéndola así de la solución
salina. Nunca volveré a ver la casa que se yergue detrás de mis
padres en esa fotografía. Como tampoco volveré a ver a mis padres,
tan gallardos y dignos en esa foto conmigo y mi hermana delante de
ellos, en aquella época en que no sabíamos cuán oscuro y cruel
puede ser este mundo.
La bocina del tren me avisa de que el tiempo en esa tierra que me vio
nacer y a la que llamaba patria se acaba a un ritmo vertiginoso. Debo
considerarme afortunado aún así de poder abandonarla. Sólo,
exiliado y tras haber perdido a cada ser al que quería, parece que
debo cargar con el apelativo de "Afortunado" en esta larga
marcha que tengo por delante. Era precisamente lo que me faltaba.
A manos de unos libertadores autodenominados, que con la palabra
elaboraban una distracción que encubría los actos que pretendían
llevar a cabo con la fuerza, he perdido mi pasado, mi presente y mi
futuro. Los que un día, hasta llegaron a despertar de mi simpatía,
son hoy una manada de chacales que pretende darme caza y devorar mi
país hasta pelar cada hueso que pueda tener el más mínimo jugo.
Hemos pasado del hambre, el frío y la injusticia, a tener que
escondernos de nosotros mismos, todo el mundo puede ser hoy un
enemigo, y puedes ser una sospechosa y potencial amenaza hasta por no
tener una opinión demasiado elaborada, imaginad por tener una
posición contraria a la de quienes pretenden liberarnos del yugo de
la opresión. Bien es cierto que necesitábamos un cambio, pero en
algún momento nuestras máximas se gritaron tan fuerte que no oímos
como en lugar del cambio fraguaban una criba.
Hemos pasado de un mal a otro, a otro correctamente emperifollado,
con un discurso mejor, con una apariencia cercana y benévola, casi
protectora, con una bandera mucho más refulgente y henchida de más
brío, y con la promesa de mejorar todo lo que queríamos, mientras
que en secreto alberga un retorcido y cruel plan para hacerlo. El
tren se pone en marcha y hay una parte de mí que casi quiere sentir
alivio por ello, hasta que recuerda que todo lo que soy se queda en
el lugar del cuál parto. Mi camino me lleva a ser un vagabundo
anónimo, un refugiado sin nombre condenado al sufrimiento, la
soledad y la penuria en un país desconocido del cuál no sabe nada,
por no saber no sabe ni hablar de manera que se haga entender en una
lengua que se antoja tan extraña ahora.
Los fuegos de la revolución han fraguado algo extremadamente
peligroso, lo que en principio parecía una herramienta que tenía
como fin construir, ha resultado ser un arma cuyo destino es la
represión. Hemos tenido la oportunidad de acabar con el mal de éstas
frías tierras gobernadas por un tirano. De crear algo mejor, algo
que nos hiciera iguales. Sin embargo alguien en algún momento
intentó hacer encajar una pieza que no era ni siquiera de éste
rompecabezas. Y ahora somos igual de pobres, de miserables, de
culpables y de aterrorizados. Ahora nadie tiene nada pero quien se ha
autoproclamado libertador gestiona y pone a, lo que el considera buen
recaudo, lo de todos. Mientras que con una mano nos anima a seguirle,
con la otra acaba con los tiranos, los apoderados, los privilegiados
y todo aquel que tenga la desdicha de rodearlos o cruzarse en el
camino de sus verdugos, da igual que sean culpables que inocentes,
viejos, niños o enfermos. Mientras que, y tacharamé de desconfiado,
tengo la vaga sensación de que el poder no vuelve a la fuente de la
cuál tanto se dice proceder, sino que simplemente cambia de manos.
Unas manos más jóvenes, más fuertes, pero igual de crueles, sino
más. Unas manos que no van a dudar en consérvalo si así lo
consideraran pertinente.
Adiós gran madre, tus hijos han pasado de pasar hambre mientras unos
pocos engordaban chupando indiscriminadamente de tu ubre, ha ser
instigados para ayudar a derrocar a los mencionados mientras que
siguen pasando hambre, con la diferencia de que ahora todos sirven de
base para que unos pocos, pero distintos a los anteriores puedan
llegar a mamar de donde todos tenemos el derecho de alimentarlos,
pero pocos gozan del privilegio de hacerlo.
Viva a la revolución. Viva a la libertad. Viva al partido. Viva al
piógeno, ignorante y hambriento pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario