Ha terminado tu peregrinación, Aikar, has cumplido, has sanado del
envenenamiento que sufría tu mente de ira, por culpa de ese veneno
inoculado en tu niñez ha través de la dentellada que te costó dos
dedos. Los sacerdotes de Delfos creen que te has purificado, y
nosotros también lo esperamos, pero como dioses, conocedores de la
naturaleza humana, y que en una parte, por tu rama materna posees,
tenemos dudas acerca de tu aprendizaje, de si tu peregrinación habrá
significado un remedio total o sólo un parche temporal...
Coges un barco que te dejará muy cerca de Ambracia, la ciudad donde
finaliza tu viaje, tu recorrido, donde deberás enfrentar tu destino.
Pero al igual que nosotros permanecemos expectantes, contemplando tus
desventuras, Ares, no permanece ocioso tampoco, y te observa con un
ojo igual de vigilante que el nuestro, así pues, decide que aunque
tu destino esté sellado, no se rendirá fácilmente, no por proteger
a tu abuelo, una marioneta de mente débil en sus manos, sino por la
inmadura satisfacción de salirse con la suya, o de llevar la
contraria. Tu destino está sellado, pero eso no significa que vaya a
ser fácil, joven Aikar.
Dos barcos de piratas acuden al encuentro del barco que te
transporta, podemos ver desde aquí que los hilos que los mueven y
los han llevado allí, han sido manipulados por Ares... Para nuestra
vergüenza nuestras sospechas, acerca de sus planes contra ti, no
eran infundadas. Tú eres el único guerrero bien entrenado de la
nave, el resto son otros pasajeros, y marineros, y los hombres de
mar, a pesar de ser duros como el medio del que viven, no son
hoplitas ni guerreros bien entrenados y pertrechados...
No tendrás otra opción más que la de pelear, esperamos que
sobrevivas a ésta aventura, pues lo tienes francamente difícil.
Uno, contra muchos. En cuanto los barcos empiezan a abordar al tuyo,
tú empiezas a combatir con fiereza, uno tras otro, consigues ir
venciendo a los enemigos que acuden a tu encuentro, peleas con
valentía, con coraje, sin temer por tu vida, bravo Aikar, aunque no
podemos evitar temer la posibilidad de que esta violenta y sangrienta
lucha marítima te devuelva a la senda de la que en Delfos,
conseguimos sacarte. Finalmente, tras perder a numerosos compañeros
y amigos, los piratas, deciden que ese combate, el posible botín que
puedan sacar, no les merece tanto la pena, así que optan por
abandonar el asalto y se retiran. Tú y el resto de tripulantes y
pasajeros del barco lo celebráis, hay gritos de victoria y
alabanzas, pero poco durarán, pues si bien, estáis vivos, seguís
en peligro, ya que uno de los espolones de las naves enemigas a
provocado en vuestro casco una herida de muerte y la nave está
haciendo agua rápidamente...
Para empeorar vuestras posibilidades de supervivencia, una tormenta
amenaza por el horizonte y parece dirigirse cada vez más rápidamente
hacía vosotros...
Todo hombre que hay a bordo intenta luchar por sobrevivir, intentando
evitar que la nave se hunda, expulsando el agua que entra e
intentando parchear el maltrecho casco de la nave, remando con
fuerza, para sortear las cada vez más virulentas olas que parece que
van a volcar el barco, o intentando usar el viento desmedido a favor,
por mucho que éste parezca empeñarse en intentar partir el mástil
de vuestro barco. Finalmente una gigantesca ola llega y parte la nave
en dos, muchos caen al mar, desorientados, confundidos y aterrados,
la nave se va a pique... Y tú, Aikar, eres espectador de lo que está
pasando. Sabes cual es tu deber, salvar a esas personas. Es lo que
debes hacer, es difícil que lo consigas, estás extenuado, tanto del
duelo contra los piratas, como del duelo contra la mar embravecida...
Sin embargo te quitas tu armadura, pues aún la llevabas puesta, y tu
espada, hasta quedar sólo con tu quitón, cubriendo tu cuerpo y el
colgante de tu madre, pendiendo de tu cuello, y te lanzas al mar,
nadas y nadas, tragas agua y hay momentos en los que dudas de si tus
fuerzas podrán afrontar esa prueba, pero uno a uno, consigues ir
rescatando a los tripulantes y pasajeros que han caído al mar y
están en peligro, los acercas hacía tablas flotando, hacía el
mismo mástil, hacía cualquier parte del desmenuzado barco al que
puedan asirse para flotar y sobrevivir...
Al día siguiente, unos barcos de pesca, encuentran entre lo restos
del barco a los supervivientes, aunque la tormenta de la noche
anterior los ha esparcido bastante, parece que consiguen encontrar a
todos, y os llevan a una aldea pesquera cercana... Estáis agotados,
heridos, derrotados, pero vivos, lo cuál es una pequeña victoria,
una victoria que casi te toca pagar con tu propia vida, pero una
victoria al fin y al cabo, ¿No Aikar?
¿Acaso no temes a la muerte, joven campeón? ¿No temes fenecer?
¿Morir sin haber cumplido tu tarea? ¿Fallarnos? No encontramos al
escrutar en ti, con nuestra divina mirada, estás dudas, ni ninguna
otra, no encontramos intranquilidad, ni miedo, no encontramos
preocupación alguna, no tienes miedo a la muerte, pero no es por que
haya vileza o interés en tu espíritu y estos oscuros sentimientos
te hayan deshumanizado y desprovisto de esos temores... Ahora
entendemos, porque no hay temor a la muerte en tu ser, ni siquiera
preocupación por haber perdido tu arsenal, la noche anterior al
decidir salvar a los marineros en lugar de salvar a nuestros regalos
hacía ti.
Y es que tu peregrinación, te enseñó bien, joven guerrero. Tu
peregrinación te ha enseñado a aceptar las trabas que aparezcan en
tu camino, sean cuales sean, puesto que sabes que tu destino está
escrito, es por eso que no temes a tu muerte, pues cuando deba
llegar, llegará y no podrás hacer nada para evitarla... Pero
además, has aprendido, no sólo el destino sino sobre todo, como
afrontar tu sino. Y es qué en Delfos, te enseñaron que cualquier
vida es importante, toda vida merece respeto y protección, no hay
nada más sagrado que la vida, y acabar con ella es antinatural, por
eso renuncias a la violencia gratuita y a la crueldad, y por eso
para ti, anoche, durante la tormenta lo más importante era salvar a
aquellos marineros y tripulantes de morir ahogados, en vez de salvar
tu panoplia y tus armas... Lo entendemos, Aikar, y lo respetamos,
esperamos que ésta lección prevalezca y no sea olvidada, el tiempo
dirá y el desarrollo de los acontecimientos pondrán a prueba a tu
ser, veremos entonces si mantienes esa filosofía o vuelves a cometer
los mismos errores.
Cómo narrábamos antes, habéis acabado siendo acogidos por un
pueblo pesquero en la Élide, las gentes de ésta región han
decidido ser hospitalarias y os acogen y cuidan mientras vuestro
cuerpo y mente se recuperan de tal aciaga lucha. Escucháis rumores
acerca de una bestia sanguinaria y atroz que se mueve entre los
montes cercanos y ataca a las gentes y poblados que encuentra cuando
la luna se alza en lo alto del cielo nocturno, dando por comenzadas
sus cacerías.
Un día confirmando los rumores y leyendas que últimamente habéis
estado oyendo aparece una muchacha. En su espalda penden un carcaj y
un arco, sus ojos destilan fiereza, pide hombres valientes para ir a
dar muerte a la bestia, de su poblado salió una batida de caza, que
se llevó a todos los hombres hábiles para acabar con la criatura,
pero ninguno regresó, nada saben de ellos, entre los cuales está el
hermano de la joven. La muchacha está decidida a acabar con las
dudas acerca de posibles supervivientes y con la misma bestia... Pero
no tiene apoyos, en su poblado no quedan hombres capaces para encarar
a la bestia, y las mujeres se han contentando con el papel servil que
la sociedad de su época les ha dado, así que no se levantarán en
armas siquiera para defenderse. Ella es una excepción, pero en un
pueblo de pescadores, al que la bestia no se acercara, esa pobre
joven no conseguirá ningún respaldo, ya tienen las gentes del
lugar, una vida lo suficientemente dura como para complicarla aún
más con bestias sanguinarias.
Peo tu no te contentas con esa situación, Aikar, no piensas seguir
parado. Estás herido, desarmado, y tu destino está en Ambracia, no
en esos montes. Pero has decidido que vas a proteger a todo el que
aparezca en tu camino reclamando ayuda y tu resolución te hará
ayudarle. Los hombres a los que salvaste, esos hombres, te deben la
vida, y te pagarán con lealtad. Así que al poco de levantarte para
ir con la muchacha, ellos intentan seguirte, ese gesto les honra,
pero también están heridos y debilitados, sólo, que al contrario
de ti, ellos son mortales, y no tienen un origen en nada divino. Tú
lo sabes, y por eso les convences de que guarden fuerzas, que ya
lucharán por ti y contigo otro día, con vergüenza aceptan la
realidad, y tu, con una vieja lanza que te dan partes hacía los
montes en busca de esa bestia.
La muchacha te hace de guía, compañera de viaje y de armas. Su
nombre es Syne, es una gran arquera y cazadora. Tras unos días en
las montañas, consigue encontrar el rastro de la partida de caza que
salió de su poblado, esperáis que al ser sólo dos, poder pasar
desapercibidos en el territorio de caza de esa bestia, utilizáis
trucos para camuflar vuestro olor y en cuanto las primeras luces del
atardecer empiezan a salir buscáis refugio, a sabiendas de que la
noche es el mejor aliado de aquel lobo monstruoso. Esas noches de
duerme vela, en completa oscuridad, en las cuales os veis obligados a
esconderos sin poder bajar demasiado la guardia, te ayudan a conocer
a la chica, su pasado, su historia, tu también le cuentas la tuya,
al principio no te cree, pues cree que bromeas o que el ego te hace
autoproclamarte hijo de Zeus, adalid de los dioses. Sin embargo poco
a poco, ya no sólo por la marca de tu mano, sino también por tus
inagotables fuerzas, pese a estar herido y el hecho de que hay algo
en ti distinto, la van convenciendo. A ti no te ofende que no te
crea, te es suficiente cuando ves en la noche sus increíbles ojos
verdes brillar como dos esmeraldas, mientras escucha con atención
todo lo que tu le dices.
Finalmente llegáis a unas cuevas, de día, eso conseguís como
ventaja. Deducís que la bestia está en la más grande de ellas, por
la descripción de Syne, es una bestia abismal, muchísimo más
grande que un lobo. Trazáis un plan con rapidez, ella subirá por
las rocas hasta ponerse en lo alto de la entrada de la cueva y tu
atraerás a la bestia afuera, cuando ésta salga Syne disparará
flechas contra ella, y tú, Aikar, intentarás atravesarla con tu
lanza.
Entre la maleza, escondido, esperas a que Syne, trepando por paredes
de piedra y tierra llegue suba al montículo que alberga en su
interior la cueva, la guarida de aquella bestia, una vez arriba, la
cazadora se sitúa encima de la entrada de dicha guarida.
Tú, Aikar, con coraje, pues éste nunca te faltó, desde que
reventaras la cabeza de la sierpe que te marcó con una piedra de
niño, hasta hace un par de noches cuando arriesgaste tu vida por
salvar a hombres de la ira de Talasa, sin importar que no los
conocieras de nada.
Con la lanza en ristre y haciendo ruido, te diriges hacía la entrada
de la cueva, escuchas una respiración profunda y fuerte, como
contestación a tu llamada de atención, pareciera que la bestia te
increpará acerca de con que derecho perturbas su descanso. Y por fin
la ves salir, eso no es un lobo, lo tienes claro desde el primer
vistazo que le das. Un lobo no tiene el tamaño de un oso. Es
demasiado grande para ser un perro salvaje. Tiene cuatro patas,
pelaje y una mandíbula canina, tiene una cola, y algunos rasgos más,
que le hacen similar, pero eso no es un lobo, desde el primer vistazo
estupefacto que le das lo sabes. Ves en lo alto de la cueva a Syne,
preparar sus flechas, y alzas una mano indicándole que aún no es el
momento, la cazadora lo comprende, y decide esperar tu señal...
Comienzas a dar pasos hacía atrás en dirección a unas grandes
rocas que has visto a tu espalda, el lobo ve en ti su próxima
comida, y empieza a adoptar una posición de ataque, va a saltar
sobre ti, con su enorme cuerpo y a devorarte, en cuanto tenga la más
mínima oportunidad... Finalmente en pasos calmados y seguros, tu
talón toca contra las rocas, ahí es adonde querías llegar, el lobo
de forma paciente ha ido avanzando, y al ver las rocas detrás de
ti... Su instinto animal y primario te cree acorralado. Finalmente
sus patas se comprimen dispuestas para saltar y un segundo antes de
que se lance con los dientes por delante para devorarte, tú, joven
Aikar, demostrando tu intelecto estratega entrenado, te vuelves
clavas el mástil de la lanza entre las rocas, y después saltas
hacía un lado, evitando a la feroz bestia, y dando a Syne la señal,
para que comience a disparar.
Tu plan se cumple, la bestia se ensarta sola en la lanza, y esta por
el peso del animal quiebra, una vez que ha entrado en el cuerpo del
lobo, a través de su hombro, Syne suelta media docena de disparos...
Pero hay algo que no habéis tenido en cuenta... Que no siquiera
sabíais o concebíais... La piel de esa bestia es demasiado dura...
No impenetrable, pero muy dura, y a pesar de que las flechas de Syne
han sido del todo certeras... Para ese demonio han sido poco más que
alfileres en la piel, tu lanza sigue incrustada en su carne, y aunque
si le ha hecho más daño, no ha sido una herida mortal...
Ahora esa bestia, está herida, y furiosa, y tú Aikar estás
desarmado y eres su presa...
Syne sigue lanzando flechas a la bestia que corre hacía ti, consigue
impactar una en su ojo, lo que la enfurece más, pero al menos te da
algo de ventaja, tú, Aikar, acorralado decides entrar hacía la
cueva, buscando algún tipo de refugio o al menos ganar tiempo hasta
pensar en otra cosa...
Corres hacía el interior de la montaña, hasta las entrañas que se
abren ante ti por esa cueva, ves la guarida de aquel ser, llena de
restos de otras personas otras victimas, sigues corriendo, cada vez
tienes a la bestia más cerca de ti, hasta que finalmente ves que te
va a alcanzar y a devorar, y entonces, intentando esquivarla saltas
hacía delante, va de un pelo, pero la consigues esquivar, cayendo en
un montón de huesos secos y quebradizos, que parecen ser el lecho
donde aquel monstruo pasa las noches...
La bestia te sabe suyo, reconoce tu derrota y pese a estar herida y
virulentamente rabiosa... Decide tomarse un tiempo para disfrutar del
momento, casi demostrando una crueldad humana y no animal... Se
acerca a ti con calma, eres la presa, ella el cazador... Tu no dejas
de mirarla a los ojos, a cada paso que da, a cada momento, está más
cerca de ti, pero no sientes miedo, ni por ella ni por una muerte que
cada vez parece más próxima... ¿Hubiera sido distinto si hubieras
ido directamente Ambracia en lugar de desviarte con es aventura y esa
muchacha? Te da igual, cumples tu cometido en la tierra.
Tus manos que con sigilo rebuscan entre los huesos en busca de uno
afilado o contundente que pueda servir de arma reconocen al instante
el tacto de algo duro, no es un hueso más, es un pomo, una
empuñadura, es una espada, enterrada bajo las osamentas de
incontables víctimas.
Es en ese momento que el lobo te mira por última vez a los ojos,
diciéndote que es lo que te va a dar, es en ese momento que tu
relajas tus músculos, sueltas aire, antes de tensarlos de nuevo
mientras coges aire con una fuerza desmedida, es en ese momento que
la mandíbula del lobo acude a tu rostro, buscando romperte en dos,
abierta, es en ese momento que tu mano derecha desentierra entre los
huesos y el tintineo de estos la espada y a pesar de ser una mano
mutilada y marcada, con suma destreza dirige una estocada hacía el
interior de esa bestia, introduciendo hoja y brazo tuyo dentro de la
boca de aquel ser...
Syne entra en la cueva, con una flecha en el arco, preparada para ser
disparada y miedo en el corazón... Pero su valentía le da la
resolución para entrar en la silenciosa caverna y hallar la verdad
sobre tu paradero, joven Aikar. La penumbra y el desconocimiento
sobre ti, reinan en el ambiente, hasta que finalmente sus dudas se
ven iluminadas, su ignorancia sobre tu persona se difumina y halla la
verdad sobre tu paradero, pues te ce tumbado al lado del lobo, que
inerte yace con la mandíbula abierta y casi medio cuerpo tuyo
dentro, suelta una flecha en el lomo de la descomunal bestia, por
acto reflejo, pero esta ni se mueve, cuando se acerca tu pareces
salir del desconcierto del último envite que habéis tenido ese
animal y tú, aún tienes tu brazo derecho dentro, pareciera que el
lobo te había conseguido devorar, cuando no era así.
Tu calculada estocada consiguió burlar la coraza que era la piel y
el pelaje de aquel ser... una estocada que llegó por su boca al
mismo corazón de la bestia, antes de que ésta cerrara su mandíbula
entorno a tu brazo, ni pudiera reaccionar, pues al ser atravesado su
corazón, murió al instante, una muerte rápida y casi
misericordiosa para tamaña bestia... Sacas tu brazo, sigue entero, y
no has perdido más dedos para suerte tuya, de las mandíbulas de la
bestia, los dientes te han arañado un poco el hombro y el brazo,
pero no es nada grave... Sin embargo éste, tu brazo, está empapado
sangre, la de la bestia.
Syne sigue estupefacta ante la escena, mientras tu vencedor te
levantas... Cuando de repente, el silencio de la caverna se ve
rasgado por una voz que casi a modo de quejido llama vuestra
atención, una voz conocida, familiar llama por su nombre a la
muchacha, con menguadas fuerzas... Y el corazón de ésta casi se
para ante la sorpresa de oír esa conocida voz...
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