20/8/17

Los desastres capilares.

 Hoy os vengo a contar, a hablar... De un fenómeno inexplicable. De un fenómeno, que lleva tiempo teniendo lugar en nuestro mundo y que, ni el hombre, ni la ciencia, ni la religión, son capaces de explicar. Sí amigos, hoy os voy a hablar del desastre que me hacen en la cabeza cada vez que me voy a cortar el pelo.
Veréis yo soy un hombre sencillo, de gustos sencillos, de cosas sencillas, y por lo tanto, mi corte de pelo es sencillo, o al menos así lo pido y así intento que me lo hagan ¡Pues no hay manera! Yo me siento en la silla mefistofélica del peluquero, ese artilugio atroz que parece que sirve para tumbar a un ser hecho de partes de personas muertas y darle vida con un rayo que caiga del techo.
Como decía, yo me siento en ese trono de la vergüenza, y pido algo muy sencillo:
"Córtamelo al dos por los lados y la nuca, y por arriba, me lo dejas un poco más largo, al dos y medio, para no parecer una bola ocho. Pero sin tupés ni cosas raras. Quiero que me lo cortes en plan cuadrado, vamos, a lo militar."
Bueno, pues con estas sencillas instrucciones... Hasta ahora, en mis dos décadas de vida, no han conseguido córtamelo como yo quiero. Eso ha dado lugar a que lo llevara largo, asustado de las atrocidades cometidas contra mi masa capilar, a que llevara coleta y una vez a que me lo rapase al cero, sabedor así de que al menos, la barbaridad cometida en mi pelo, sería cosa mía, y no de un peluquero que no sabe cortarlo como a mí me gusta. Y os voy a ser franco. A día de hoy sólo una persona me lo ha cortado como me gusta. Mi mami.
Coñas marineras a parte, os contaré cómo acabaron los dos últimos "pelados". El último, tras pedirle eso, la chica me empezó a cortar el pelo. Hay una cosa que debéis saber, por algún motivo, mi percepción no es capaz de discernir cuando me están cortando el pelo, si lo hacen bien o mal. No se si es porqué al tenerlo mojado (mojan el pelo para que sea más fácil cortarlo, como todos sabemos) no veo bien cómo me está quedando, no se si es por no llevar gafas cuando lo hacen, no se bien porqué, pero no hay manera, así que quizás también yo tenga parte de responsabilidad en estos desastres.
Tras el último corte de pelo, cuando la chica terminó y yo me mire, vi... Era... Era atroz. Mi corte cuadrado, se convirtió en lo siguiente. Básicamente, era una bola ocho, y por arriba, por donde había pedido que me lo dejaran más largo, me dejaron el flequillo un par de dedos más largo, y hacía arriba. Así que básicamente me quede con aspecto de una bola ocho, pero eso si, con visera. Os podéis imaginar el cachondeo que prosiguió a esos días, ya sabéis que quien más os quiera, más caña y más coña va a meter y hacer en estás circunstancias. Cierta persona me llamó "pollo sin cabeza". No entiendo bien el apelativo, pero oye, original era.
Venga, pongámonos serios. ¿Creíais que lo peor ya estaba visto? Inocentes... Aún hay más.
El anterior corte de pelo a ese, no sé si es que yo me expliqué mal, si es que, me entendieron mal, no lo sé. Pero me cortaron el pelo, y la parte de arriba, me la dejaron más larga, y cortada... Para hacerme tupé. Si, como lo oís, me debieron ver ganas de ser el rey del rock, o algo así, yo ese día, para mi vergüenza salí de la peluquería con tupé. No sé cómo cojones me debió entender "el maestro" para hacerme ese crimen. Obviamente, a mi no me gustaba y por lo tanto no me engominaba para hacerme el tupé. Así que esa masa de pelo, libre e imbatible, sin gomina... Acabo pareciendo una piña. ¿Sabéis como son las hojas de una piña? Pues así, llevaba el pelo muy corto por los lados y por atrás, y en la parte de arriba, parecía un puta piña.

Con mi edad, ya no soy un niño, me da corte decirle a mi querida progenitora que me arregle esos desastres, o que me corte ella el pelo, ya no soy un niño para que eso tenga lugar... Pero es que los desastres que me hacen en la cabeza son increíbles. La cosa es que tengo el pelo ya largo, y debiera cortármelo... Y estoy empezando a sentir temor de tal situación... ¿Cuál será la sorpresa esta vez? ¿Conseguiré por fin el corte que deseo? ¿Tiene mi pelo alguna dificultad para que siempre tengan lugar estos desastres? Os morís por verlo, ¿verdad? Sois crueles. En fin, esta es mi historia, inexplicable y absurda. Veremos a ver que pasa en la próxima ocasión.  

1/8/17

¿Por qué?

 Subo la persiana, el mortecino sol del amanecer me responde, son algo más de las siete de la mañana. No he dormido más de una hora seguida. Pero no tengo sueño, arrastro mi cuerpo, o él me arrastra a mí, ya no lo sé, la consciencia del tiempo, no ha sido la única que he perdido. He dejado de sentir todo, y todo me da igual, he dejado de ser parte de este mundo.
Te fuiste un 25 de Octubre. En pleno Otoño. Mi madre me contaba ,de pequeño, que procuró concebirme para que yo naciera ese día. El motivo era que los otoños la entristecían, y así su pequeño le daría ánimos. No creo que tú eligieras el día en el que te fuiste. No ese día precisamente. Te fuiste y hasta la naturaleza te lloraba. El cielo lloró conmigo tu perdida, calándome hasta los huesos durante las horas que permanecía fuera de casa, sin capaz de volver a ella, porque todo me recordaba a ti. Los árboles guardaron luto conmigo, cambiando el verde por el marrón, y luego dejando sus ramas al desnudo. Aunque ellos hayan roto ya su luto, yo aún lo mantengo. Pero sé que la naturaleza no podrá evitar guardarte una vez al año el luto, llorarte y echarte de menos, como yo lo hago cada día. Este mundo ha perdido a la mejor persona que tenía.
Supongo que cualquier color me parece un mentiroso ahora. Cualquiera que no sea el negro, me parece un farsante cromático, una invitación a sentir algo, alegría quizás, cuando no hay nada más que tristeza en este mundo. Al final todo desemboca en ella, por mucho que nos esforcemos, cada sentimiento, es un intento de alejarla, los positivos, y los negativos, cada sensación, gesto o intención es un intento de camuflar la tristeza que nos acompaña siempre, de engañarnos, es una farsa. Nacimos entre dolor y morimos solos, porque nadie puede acompañarnos en ese último tránsito. Una existencia entre dos lapsos de inexistencia. Así es, negarlo es mentir, al resto y a nosotros mismos.
Y mi farsa personal, mi intento por engañarme, me ha llevado a acompañar mi tristeza con dolor. El dolor de no ver más tus ojos, de no sentir más tus caricias, ni de que me despierten más tus besos. El dolor de tener que ir andando por la calle, sin que tu vayas cogida de mi brazo o de mi mano. El dolor de no tenerte para cuidarte, para desvivirme por ti, para ser tu romántico. El dolor de tener tanto amor reservado, guardado y amasado con tu nombre... Y no poder dártelo nunca. Ese dolor que parece que me quiebra el corazón, en un intento de que yo recuerde que, pese a todo, lo sigo teniendo.
Es lo único que siento, así que como digo no siento nada. La tristeza y el dolor son tan profundos que ya son parte de mí, no son sentimientos, pues lo sentimientos son pasajeros, no son constates, a veces son más intensos y a veces menos. Así que no siento nada, tengo tristeza y dolor pero estos son extensiones de mi, de mi ser, ahora, de mi alma.
A menudo visito tu lugar de santo reposo. No sé porqué lo hago la verdad, tú no vas a saber si te visito o no, no voy a sentirme mejor, y eso va a seguir como siempre, inalterable. Quizás algo dentro de mí alberga la esperanza de que un día mientras lo hago ya no esté tu lápida. Que haya sido todo un sueño, que esté loco y sea producto de mi mente.
A veces pienso que me gustaría estar loco, que tu nunca hubieras existido y que fueras producto de mi imaginación. Me gustaría porqué eso significaría tu inmortalidad, a coste de mi cordura, pero es un precio bajo por ti. Me gustaría, porqué me haría realmente grande haber imaginado algo tan perfecto como tú, me elevaría a la categoría divina, pues a pesar de se locura, de ser enajenación, tu existencia, aunque fuera sólo en mi cabeza, sería vida. Habría creado vida, y una vida tan perfecta que ni el mismo dios, si existiera, hubiera sido capaza de crearla. Ni él mismo, con los supuestos poderes omnipotentes, habría sido capaz de dotar la realidad tangible y física, con una criatura tan increíble como tú. Así que imaginarte, enajenarte, habría sido algo de orgullo para mí, una gesta más increíble que ninguna divina... Y una gratificación, al poder seguir besando tus labios, respirando tu aroma, acariciando tus piernas, entrelazadas en mis caderas. Aunque en verdad estuviera en una habitación acolchada, con una camisa de fuerza, ajeno al mundo real... Vivir eso, en los recónditos laberintos de mi locura, sería lo mejor que me podría pasar.
No he dejado de añorarte ni un sólo día, ni un sólo minuto, ni un sólo segundo. No he dejado de añorar tu risa, de añorar lo mal que cantabas, a propósito, para dar la lata. De añorar las tonterías que me hacían reír a carcajadas y hacer el tonto también. No puedo evitar llorar al recordarte, no puedo evitar sonreír unos segundos antes de imbuirme en la agonía de no tenerte, cuando recuerdo algo tan tonto como cuando intentabas ponerle al perro un jersey navideño y unos cuernos de Rudolf, y este se te escapaba una y otra vez.

No consigo olvidarme de que te tuve, de que te ame. ¿Por qué te fuiste? Mi única pasión en esta vida era amarte, y ya no tengo nada, nada más me vale la pena, nada más puede ser tan grande, increíble o gratificante. Mi corazón no puede sanar si no te tiene, los grandes amores no se olvidan, no se dejan de sentir, no cicatrizan ni curan. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no me llevaste?