Si hecho cuentas, rememoro, ciertos baches, ciertos impedimentos que
me he encontrado en mi sueño de ser escritor. Aunque me guste
considerarme tal, aún no lo soy y todavía me queda mucho por
afrontar. Aunque eso no quiere decir que no haya pasado un par de
cosas ya. Ha habido momentos en los que he estado a punto de decir
"basta" de dejarlo, de rendirme y desentenderme, mucho
agobio y presión que yo sólo me metía, pero quizás porque me daba
cuenta de que lo que afrontaba en esos momentos era una rabieta de
niño, o quizás porque conseguía serenarme y concentrarme en lo que
de verdad quería, en lo que de verdad era, al final seguí adelante.
Pero hubo una cosa, algo muy simple, en apariencia al menos, que
podía haberme costado este sueño. Que podía haber acabado con él.
Veréis antes de nada os tengo que poner en situación. Pongamos y
usemos un ejemplo. Si tú educas a un niño y éste hace algo mal, se
lo corriges ¿Verdad? Porque si no seguirá haciendo algo mal, hasta
convertir esa manía en un hábito que será mucho más difícil de
corregir y en según que casos hasta imposible. Pues bien, en mi
caso, hubo algo que quien me debía corregir, no lo corrigió.
Yo de niño cometía muchísimas faltas ortográficas. Pero no podéis
ni imaginaros hasta que punto. Eran tantísimas que cualquiera que me
leyera podría considerarme analfabeto. Y aún hoy sé que cometo
demasiadas, pero intento remediarlo. ¿Por qué tenía ese problema?
Pues algo deberíais ir intuyendo. En el colegio, en el instituto, en
mi vida, nadie había buscado nunca remediar eso. Me bajaban puntos
por las ortografía y solucionado, me podían llegar a suspender
exámenes, pero ya está. No había una solución real. Y una de dos.
O yo era muy estúpido como para ver que tenía un problema y no lo
solucionaba, o mis profesores no se daban cuenta de que tenía un
problema y que debía solucionarlo. O quizás las dos.
La cosa es que cuando yo llegué a segundo de bachillerato tenía
faltas gordísimas y numerosísimas. Seguramente habría niños de
primaria que podían escribir más correctamente que yo. Es curioso,
porque hasta entonces los profesores que tenían se limitaban a
decirme, "tienes que leer más" Para corregir ese problema.
Cuando yo he leído mucho desde que tengo capacidad para leer. Y me
gustaría leer más si pudiera... Esto no se solucionó hasta que no
llegué a la clase de lengua y literatura de Mari Paz y ella vio que
tenía un problema y gordo.
Mari Paz me metió caña. Me llegó a bajar en una evaluación dos
puntos por examen por las faltas. Pero no me dio por perdido. Esa es
la verdad. Cuando me hizo el primer examen y vio el desastre que
tenía delante se sentó conmigo y habló. Me preguntó si yo leía,
cuanto leía. Si escribía o me gustaba escribir.... y un montón de
cosas más. Me explicó cuál era mi problema, que no era culpa mía
y que debía solucionarlo. Y se puso manos a la obra, hasta que lo
solucionó. Ese año me bajaron puntos por faltas... Pues me faltan
dedos para contarlos. Pero ese año dejé de tener ese problema.
Sobra decir que Mari Paz ha sido una de las mejores profesoras que he
tenido en mi vida. Pero por si no ha quedado claro, lo digo ahora. No
sólo eso, sino que además, si alguna vez consigo cumplir mi sueño
y puedo vivir de esto, será gracias y por entero a ella. Pues si
ella no hubiera solucionado éste problema, yo no podría ni siquiera
rozar tal aspiración. Lo hizo, lo hizo bien y lo hizo rápido. Hay
que ser muy bueno para conseguir tan hercúlea tarea.
Y es una pena que queden tan pocos profesores de esos, y a los que
quedan, se los valore tan poco. Luego nos quejamos de la educación
de resultados y de estadísticas. Pero no nos debe extrañar. La cosa
irá a peor mientras en esa refinería de mentes que son los centro
de enseñanza se hagan mal las cosas. Ya sea por leyes y normativas,
presupuestos y recortes que viene de arriba, o porque la calidad y
vocación de los docentes no llega a unos mínimos, porque a la hora
de escoger quien se va a poner al frente de una clase se juzgan otras
cosas que poco tienen que ver con que se ponga a un profesor o
maestro de verdad...
Lo he dicho y lo repito, cada vez quedan menso profesores así, yo lo
he visto como alumno. Y es algo que entristece a cualquiera. Ver como
hay pocos y a los pocos que hay se les trata... Como no habría que
tratarles. Jode mucho ver a alguien en ese puesto que sirve, y ver
como le exprimen entre alumnos, profesores y superiores, como
aplastan su espíritu.
En fin, supongo que el mundo de hoy día es así. Un gran rebaño, o
intento de tal, que machaca y aplasta al que no sigue unas
directrices de pauta y comportamiento que sean cómodas para los
mismos que dirigen el rebaño. No hablo de conspiraciones, ni rollos
así, hablo de que hay mucha vagancia y mucha inutilidad en diversos
y numerosos sectores de nuestra cultura, y que la mejor manera de
mantener esa comodidad para quienes se aprovechas de ella, es
eliminando a todo el que no quiera participar de la misma, y si somos
un poco críticos y empezamos a mirar con ojo critico cuanto nos
rodea, podremos darnos cuenta.
En cualquier caso, el tiempo de las divagaciones ha pasado. Ésta es
una más de mis pequeñas historias. Y con ella va a ir siempre un
buen recuerdo y un agradecimiento perpetuo a quien me puso un poco
más cerca de mi sueño.
A ella, y a todos los que han tenido que ver en mayor o menor medida
en que yo alcanzara dicho objetivo, gracias por siempre.
Un saludo, queridos lectores, cuidaos mucho.